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LOS ABANDONADOS DE LA VIDA

                      

            Una de las actividades más saludables es la de pasear por Zaragoza. No tienes ocasión de aburrirte. Pasan ante tus ojos imágenes muy variadas, algunas gratas, otras tristes. De estas últimas quiero escribir ahora.

Estos días festivos, mucho menos que en años anteriores, observamos una presencia constante y en aumento de muchas personas, predominantemente hombres, aunque cada vez son más frecuentes mujeres, pidiendo una ayuda por nuestras calles, en un semáforo o a la salida de unos Grandes Almacenes. Es un efecto de esta cruel crisis económica. En la céntrica Plaza de España he visto ya varias veces a una mujer de unos 30 años, no mal vestida, de rodillas, con un cartel en las manos de petición de ayuda, que me ha impresionado profundamente su mirada.  ¡A qué grado de desesperación ha tenido que llegar para recurrir a esto!  Alguno, no muchos, se detiene y le da una moneda.  La mayoría con bolsas en la manos repletas de productos recién comprados, pasan de largo, e incluso aceleran el paso para no darse de bruces con ella. En el trayecto desde mi vivienda a la susodicha plaza, he contado  10 personas en petición de ayuda. En un centro comercial de la calle Lorente lleva varios meses un joven, de un país de Europa del Este, que te saluda con gran amabilidad y que recibe la ayuda de alguno de los clientes, especialmente de emigrantes a veces en productos alimenticios y otras en dinero. La afluencia de transeúntes es cada vez mayor en los diferentes comedores sociales, como el de la parroquia del Carmen con filas interminables, para poder hacer al menos una comida caliente al día o en el albergue municipal para poder dormir en una cama. Son de todas las edades, de todas las nacionalidades, de diferentes sexos. Y no faltan los que van bien vestidos y que desbordados por la crisis han perdido trabajo, casa, y a veces familia.

Es  también cada vez más frecuente observar en los cajeros automáticos unos cartones apilados, que servirán de colchón para pasar la noche a los llamados “sin techo”. Algunos de ellos forman parte ya del paisaje urbano, como una mujer de unos 30 años, que lleva varios años junto a un cajero automático en la avenida Goya, suele estar fumando sin parar, con una botella de cava, profiriendo estruendosos e ininteligibles gritos a los viandantes y a la que socorren con frecuencia los vecinos de la zona. Muchos pasan junto a ella, sin dar muestras de preocupación alguna. He preguntado a algún cliente de una cafetería que está en frente, si existe alguna posibilidad de llevarla a algún lugar para que sea atendida convenientemente. No parece lógico que permanezca día y noche en la calle. Hasta los perros son recogidos. La respuesta es que ella se niega tajantemente.  Recientemente en este mismo periódico apareció la noticia  de un estudio de Cruz Roja sobre la evolución social de las personas “sin techo” en Zaragoza, ante la dramática situación de deterioro social. Equipos de voluntarios recorrieron diferentes zonas de la ciudad, para realizar una encuesta de 40  preguntas para conocer su situación y sus necesidades. Es la segunda vez que se hace. En 2010 se localizaron 158 sin techo. Este año, un total de 187. Esto va a más. La mayor concentración se da en el casco histórico, la plaza del Pilar y el barrio de San Pablo. Muchos de ellos dijeron tener "miedo. En 2010 casi el 90% de los sin techo eran hombres con una edad media de 40 años. La mayoría con estudios primarios, si bien cerca de un 15% cuenta con estudios superiores. La falta de trabajo, dinero y rupturas, supusieron en un 55% ese "cambio de vida". El 73% de ellos eran españoles y un 43% solteros.

Siempre me han interesado los “sin techo”, por ello leí con mucho interés  un libro espléndido titulado Vidas al descubierto. Historias de vida de los “sin techo”, de las sociólogas Elisabet Tejero y Laura Torrabella.  Según las autoras, para referirse a todo este colectivo de personas sin techo se han usado diferentes términos;. delincuentes, indigentes, transeúnte, hoy se usan sin techo o sin hogar. Se ha dejado de mirar la realidad de las personas sin techo como un estado, como una condición atribuible a un individuo, para mirarla como una situación dinámica y fuertemente condicionada por el contexto socio-económico, político y cultural. Esta nueva mirada supone reconocer la posibilidad de que cualquier persona, en una determinada época de su vida, puede llegar a encontrarse en una situación sin techo. Tal como ha señalado Beck, las teorías de la sociedad del riesgo nos advierten sobre la universalización y democratización de los riesgos, no solo de perder posiciones de bienestar, sino, de manera más radical, verse inmerso en una situación de pobreza y exclusión.

En cuanto a las causas de esta situación de los sin techo, los expertos señalan que en el origen se hallan situaciones de riesgo o vulnerabilidad de índole económica, institucional, sanitarias, psicológicas, familiares, etc. Estarían las siguientes: paro, pérdida económica (por ejemplo, desahucio), enfermedad física, lesión o accidente, enfermedad mental, abuso de alcohol y drogas, ludopatía, prostitución, abuso y maltrato sexual, problemas familiares (pérdida o ruptura de la relación de pareja o familiar), separación del medio social habitual, delincuencia y problemas judiciales, o internamiento institucional. No obstante, no es un único factor sino la convergencia de algunos o muchos de los factores causales apuntados. No es tarea fácil la aproximación causal a este fenómeno.

 

Cándido Marquesán Millán

 

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