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¿Sigue vigente el nacionalcatolicismo?

                                  

 

            Ha sido una constante histórica en España, la intransigencia de la jerarquía católica, que ha imposibilitado el equipararnos a un país moderno, como es un Estado laico.

 

Ha llegado a calar en amplios sectores de la sociedad española, acríticos y desconocedores de nuestra historia, que una de nuestras características esenciales es la catolicidad. Al respecto, cabe mencionar que otras opciones religiosas, como la musulmana, judía o protestante fueron arrancadas de cuajo. Obviamente, así, claro que España ha sido católica, no cabía otra opción. Y en base a tal circunstancia, las jerarquías católicas se han creído y lo creen todavía el tener derecho a imponer determinadas opciones, no solo religiosas, sino también políticas, morales, sociales y culturales a toda la sociedad española, cuando en ella amplios sectores tienen otras creencias religiosas, e incluso prescinden de ellas. Esta costumbre es multisecular.

 

 En 1788 el Santo Oficio incautó todos los ejemplares de la Encyclopédie Methodique, donde apareció el artículo Espagne, de Masson de Morvilliers en el que se decía  “El español tiene aptitud para las ciencias, existen muchos libros, y, sin embargo, quizá sea la nación más ignorante de Europa. ¿Qué se puede esperar de un pueblo que necesita permiso de un fraile para leer y pensar? “

 

 Siglo y medio después, el 8 de octubre de 1931, en las Cortes de la II República en el debate sobre la “cuestión religiosa” y la enseñanza, Fernando de los Ríos, el entonces ministro de Justicia con un profundo dolor terminó su impresionante discurso, cuya lectura a cualquier cristiano, otra cosa es si es católico, le debería estremecer “Y ahora perdonadme, Señores Diputados, que me dirija a los católicos de la cámara. Llegamos a esta hora, profunda para la historia española, nosotros los heterodoxos españoles, con el alma lacerada y llena de desgarrones y de cicatrices profundas, porque viene así desde las honduras del siglo XVI; somos los hijos de los erasmistas, somos los hijos espirituales de aquellos cuya conciencia disidente individual fue estrangulada durante siglos. Venimos aquí con una flecha clavada en el fondo del alma, y esa flecha es el rencor que ha suscitado la Iglesia por haber vivido durante siglos confundida con la Monarquía y haciéndonos constantemente objeto de las más hondas vejaciones: no ha respetado ni nuestras personas ni nuestro honor; nada, absolutamente nada ha respetado; incluso en la hora suprema de dolor, en el momento de la muerte, nos ha separado de nuestros padres”.

 

Durante la dictadura franquista se implantó el nacionalcatolicismo. La religión católica fue obligatoria en primaria, en el bachillerato y hasta  en la  Universidad.

 

            Una vez instaurada la “democracia”, la jerarquía católica ha defendido siempre que la religión católica se impartiera en los centros educativos públicos, cuestión muy discutible en un Estado aconfesional, y además dentro del horario lectivo, evaluable como todas las demás asignaturas importantes y, finalmente, computable a todos los efectos. Ella nombra los profesores de religión, aunque los paga el Estado, y  si por alguna razón, como el haberse divorciado, pierden la confianza de la autoridades eclesiásticas, estas los cesan. El despedido reclama lógicamente,  la Magistratura de Trabajo le da la razón al ser un despido improcedente, y la correspondiente indemnización la asume el Estado. Alucinante. Mas no tienen bastante. Además exigen  para que la  enseñanza de la religión católica no pierda su carácter de disciplina fundamental que los alumnos que no deseen recibirla tengan  una opción alternativa, prescriptiva, evaluable y computable, que tiene que impartirla el profesorado público, con su correspondiente costo económico. Aquí no ha habido recortes. Esta interpretación no deja de ser maximalista  y excluyente. Y la Conferencia episcopal acaba de conseguir sus aspiraciones, sin necesidad de  manifestarse en las calles. El Ministerio sin negociar con los sindicatos representantes del profesorado ni con las organizaciones de padres, se ha reunido con los obispos para satisfacer sus deseos, ya que a los alumnos que no quieran religión se les impone en la LOMCE Valores culturales y sociales en Primaria y Valores Éticos en la ESO.  Alucinante. Esta imposición ya viene de lejos.  Fue Otero Novas, en  1980, bajo el gobierno de UCD el ministro que introdujo el régimen de alternativa obligatoria: la asignatura de Ética, que sería evaluable, como la de religión, al igual que las demás disciplinas fundamentales. Según Gómez Llorente  “Se rechazaba así, por vez primera, el régimen de pura voluntariedad —aceptar o rechazar esta enseñanza— y se afirmaba un estatuto de derechos y deberes realmente singular que «pasaba a consistir en optar entre ir a la clase de religión o purgar la heterodoxia cursando otra asignatura, de la que estaría exento si fuese a la clase de religión”. En el año 2000, con el PP se retornó a la «solución Otero»: la religión católica tendría una alternativa, evaluable y computable. La de—«sociedad, cultura y religión»—

 

También al diktat de la Conferencia Episcopal el Ministerio elimina Educación para la Ciudadanía, que no vendría mal en estos momentos. Y reafirma los conciertos a aquellos colegios, especialmente del Opus, que segregan a los alumnos por sexo. La Historia se repite, ya que unas jerarquías religiosas siguen imponiendo sus opciones a toda la ciudadanía. Como dice Kolakowski “Estos comportamientos no son un testimonio de valores cristianos, sino tesis de una jerarquía totalitaria y neonacionalcatólica.

 

Cándido Marquesán Millán

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