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Evisceración de los servicios públicos

 

Nunca habían alcanzado tal magnitud las movilizaciones tanto de los profesionales como de la  sociedad civil en defensa de la sanidad pública en la Comunidad de Madrid contra el proyecto del PP de externalizar (privatizar)  la gestión sanitaria de seis hospitales, y de una parte de los centros de salud; y la implantación del euro por receta. Esta comunidad es la vanguardia de estas políticas, que se implantan y se implantarán en el resto del Estado. Para la presidenta de la Comunidad Autónoma de Aragón, Luisa Fernanda Rudi su referencia política constante ha sido siempre la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre, ahora de Ignacio González, su alumno aventajado. "Quiero que Aragón sea líder como Madrid”.  Los médicos madrileños llevan ya varias semanas de huelga indefinida. Los datos oficiales indican que unas 6.000 operaciones quirúrgicas no urgentes y 40.000 consultas han sido suspendidas. Igualmente se están produciendo las dimisiones de las juntas técnico asistenciales y de de las comisiones de los hospitales públicos. También ha habido otro tipo de protestas con encierros, manifestaciones, concentraciones, vigilias, etc. Todas las fuerzas políticas de la oposición se han mostrado también en contra. A pesar de este monumental movimiento de protesta, al gobierno del popular, Ignacio González,  le ha dado igual y ha tirado para adelante con su proyecto.  El pleno de la Asamblea de Madrid del día 27 de diciembre ha aprobado la Ley de Medidas Fiscales y Administrativas de la Comunidad de Madrid para 2013, que avanza en la externalización sanitaria. El tiempo juega a su favor. El mantenimiento del conflicto es complicado por los costos de los descuentos, que no todos pueden asumir, así como por la presión de la sociedad, al verse privada de la asistencia sanitaria, como el retraso sine die de operaciones quirúrgicas. Por ello, la capacidad de aguante del gobierno de González es mucho mayor, desde su despacho es muy fácil aguardar el agotamiento de las protestas. Además ha echado leña al fuego al declarar que se debía regular el derecho de huelga, porque se está perjudicando a los madrileños que pagan con sus impuestos el servicio sanitario. Ha acusado a los médicos de hacer un mal uso  y abusivo del derecho de huelga.  No entiendo qué significa eso de hacer mal uso y abusivo de un derecho, que está reconocido en nuestra Carta Magna en su artículo 28.2 “Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses”. Mas como lo tienen tan claro los populares no rectifican nada de su proyecto. Son plenamente coherentes con sus planteamientos ideológicos.  Como nunca han creído en “lo público”, su objetivo es cuando llegan al poder el de erosionarlo de diferentes maneras, masacrando a los empleados públicos con la finalidad de desanimarlos, con la falsa justificación de su alto costo, y así transferir al sector privado, con el argumento de su mayor eficacia manipulando los datos, determinados servicios públicos como educación, sanidad o asistencia social., que pueden reportar pingües beneficios a determinados sectores empresariales vinculados estrechamente con las cúpulas dirigentes del PP. Lo que se está haciendo con los empleados públicos se podría calificar de crueldad y sadismo: además de hacerle responsable de la crisis  se les ha maltratado, negándoles el derecho a la negociación colectiva, quitándoles días de vacaciones,  rebajándoles el sueldo y robándoles la paga extra de Navidad, todo ello con gran regocijo de la ciudadanía.  En relación al menor costo de la privatización, nunca llegaré a entender, debo ser duro de mollera, el extraño concepto de que, a igualdad de servicios y de calidades, sea más adecuado un presupuesto que incluye beneficios para terceros que otro que no los incorpora. En cuanto a la mayor eficacia del sector privado, según Joan Benach, Director del Grupo de Investigación sobre Desigualdades en Salud y de la Red de Condiciones de Empleo (GREDS-EMCONET) y profesor en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, de  acuerdo con la  investigación científica y la propia OMS , la sanidad pública es más equitativa (sobre todo cuando tiene financiación suficiente finalista), eficiente (sobre todo si se impulsa la atención primaria) y tiene más calidad que la privada (con las excepciones del confort y el tiempo de espera). Otra cosa es cuando se recortan recursos humanos y materiales con el objetivo planificado de dañarla por parte de aquellos dirigentes que deberían defenderla. Y en el colmo de la desfachatez y del cinismo se justifican recurriendo al patriotismo. Hace falta tener la cara más dura que el cemento armado para vendernos la milonga de que el gran objetivo de la privatización es proporcionar un mejor servicio a la ciudadanía. Mienten como cosacos los populares. A los populares esto les da igual, reitero hay que dañar lo público, no deberíamos olvidar que los sistemas sanitarios público y privado funcionan como “vasos comunicantes”: para que el privado tenga posibilidades de lucro primero hay que desprestigiar, debilitar o “destrozar” al público. Objetivo que lo están consiguiendo en Madrid, ya que cuantos más días dure el conflicto sanitario, más gente recurrirá a la sanidad privada. Mariano Fernández Enguita catedrático de Sociología en la Universidad Complutense, explicaba hace tiempo ya con claridad apabullante qué iba a ocurrir en esta legislatura y  qué había detrás de estas políticas privatizadores, como el capitalismo es extraordinariamente voraz, el próximo asalto será dirigido hacia los servicios públicos del Estado del bienestar, entre otros en educación, sanidad, y dependencia, con una demanda cada vez más creciente ya que la sociedad se ha acostumbrado y no sabría renunciar a ellos, tanto es así que se han considerado como derechos. Hay capitales abundantes con unos mercados cautivos y muy prometedores. Pero todavía más. Además de capitales ávidos, las políticas de privatización cuentan también con consumidores deseosos y contribuyentes bien dispuestos. Como la universalización de estos servicios genera quejas al no poder ser atendidas todas las demandas, como las listas de espera en el sector sanitario, esto provoca una disposición creciente hacia la oferta privada. Por otra parte, cuando una prestación que era antes un privilegio se generaliza, las anteriores clases privilegiadas buscan diferenciarse de nuevo accediendo a niveles superiores (más educación o más sanidad) o a tipos distintos (mejor u otra educación o sanidad). El diferenciarse no solo lo pretenden los que quieren conservar sus privilegios, sino también los que intentan acceder a ellos por primera vez. La educación y la sanidad privadas se pueden convertir en un símbolo de esta diferenciación. Por todo ello, se abre un mercado inmenso al capital en el ámbito de los servicios públicos. Esta va a ser la gran cuestión política en esta legislatura. Lo estamos constatando.

Ese afán por privatizar lo público movidos por el afán de lucro es tan intenso, que de no surgir una fuerte presión de la sociedad civil, buena parte de la izquierda está más preocupada por restañar las heridas de sus recientes derrotas electorales que por ejercer una potente oposición a estas políticas, en el futuro veremos la privatización del Museo del Prado, el Parque de Doñana o el Monasterio del Escorial. Tiempo al tiempo. Repito, como ya he señalado antes, que no se les puede acusar a los populares de incoherentes. Hacen lo que llevan en su ADN. Lo que si me sorprende es que a los 10. 866.566 votantes del PP, entre los que había muchos empleados públicos, les han cogido de sorpresa estas políticas. De no evitarlo, se va a pasar en menos de 100 años a que el pronóstico de la izquierda revolucionaria de desaparición del Estado lo haga la derecha ultraliberal. Quiero acabar con un aviso a navegantes, extraído del extraordinario libro Algo va mal de Tony Judt: Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa ya nos advirtió "Toda sociedad que destruye el tejido de su Estado no tarda en desintegrarse en el polvo y las cenizas de la individualidad. Al eviscerar los servicios públicos y reducirlos a una red de proveedores subcontratados hemos empezado a desmantelar el tejido del Estado. En cuanto al polvo y las cenizas de la individualidad, a lo que más se parece es a la guerra de todos contra todos de la que hablaba Hobbes.

 

Cándido Marquesán Millán

 

 

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