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El eclipse de la fraternidad

 

 

Un buen libro supone un gozo y  una caja de sorpresas, como el que acabo de leer “El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista” de Antoni Domènech. El título incita a su lectura y explica su contenido. Fraternidad significaba en 1790 –cuando en un célebre discurso ante la Asamblea Nacional Robespierre acuñó la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad— universalización de la libertad republicana y de la reciprocidad en esa libertad que es la igualdad republicana. Es decir, que todos, pobres, humildes, criados, trabajadores asalariados, artesanos, campesinos, mujeres, todos los que necesitaban depender de otro para vivir y para existir, pudieran acceder como ciudadanos de pleno derecho a una sociedad civil de libres e iguales. Y podrían conseguir tales objetivos,  si tenían sus propios medios de existencia garantizados. En 1790, el otro gran portavoz  del ala democrática-plebeya de la revolución, Marat, expresó el problema: ya vemos perfectamente, a través de vuestras falsas máximas de libertad y de igualdad, que, a vuestros ojos, somos la canalla. La “canalla” la urbana y la rural, el pueblo trabajador quería elevarse de pleno derecho a la condición de ciudadanos. E igualmente estos principios políticos aparecieron reflejados en la Declaración de Derechos de la Constitución montañesa de 1793, año I en el calendario republicano, como los derechos al trabajo, al bienestar común, a la instrucción, a la insurrección si el gobierno viola los derechos del pueblo; y en  su artículo 21: Las ayudas públicas son una deuda sagrada. La sociedad debe la subsistencia a los ciudadanos desgraciados, ya sea procurándoles trabajo, ya sea proporcionando los medios de existencia a los que no estén en condiciones de trabajar. Con el golpe de estado de Termidor de 1794 este proyecto republicano se vino abajo, y según Gerardo Pisarello, hoy estamos inmersos en otro Termidor merced a la implantación del neoliberalismo.

Esa idea de fraternidad, en palabras de Domènech, que unificó políticamente al "cuarto estado" desprendiéndolo del tercero (burguesía), entró en fase de eclipse. Primero, la sociedad civil napoleónica dio una apariencia de libertad e igualdad civiles, independientes de su base material (la propiedad) en que el republicanismo de Robespierre las hacía arraigar: de ahí la libertad "liberal" en el siglo XIX. Segundo, después del fracaso de la II República francesa de 1848 –la denominada República "fraternal"—, los socialistas políticos, legítimos herederos del republicanismo democrático, consideraron que, con la industrialización, no era ya viable el viejo programa democrático-fraternal revolucionario de una sociedad civil fundada en la universalización de la libertad republicana a través de la extensión de la propiedad privada; para ellos no se trataba tanto de una democratización de la sociedad civil republicana clásica, cuanto de la creación de una vida civil no fundada ya en la propiedad privada de las bases de existencia, sino, como dijo Marx, basada en un "sistema republicano de asociación de productores libres e iguales", es decir, en un sistema de apropiación en común, libre e igualitaria, de las bases materiales de existencia. Marx, Engels y Bakunin nunca perdieron de vista la conexión de este ideal socialista con el viejo ideal republicano-democrático fraternal. El republicanismo  se eclipsó, como tradición histórica cuando los socialistas posteriores fueron olvidando esa conexión. 

Esa vieja concepción republicana de la fraternidad, podría servir hoy como proyecto político. Se podrá objetar que es una utopía, mas estas son las que hacen progresar a los pueblos. También lo era hace 100 años el sufragio universal. El republicanismo no sólo es una opción por la forma de gobierno, pretende una democracia plena, es una visión de la sociedad y del Estado que excluye todo tipo de dominación ya sea política, social, económica, religiosa, cultural o de genero. El concepto republicano de libertad es un concepto activo, ligado a la igualdad y a la fraternidad. Ese ideal republicano de libertad no se reduce a los derechos formales, sino que se basa en la creación de mecanismos institucionales que doten de seguridad económica a todos los ciudadanos, para evitar que queden excluidos de la ciudadanía plena los sin recursos, los jóvenes, los parados, los inmigrantes, los dependientes… Sin independencia económica la libertad es muy limitada. Y una de las iniciativas, entre otras, para la realización de este ideal sería la Renta Básica de Ciudadanía, que en el año 2007 la defendió en el Congreso de los Diputados Joan Tardà, de ERC, recurriendo al viejo concepto republicano de fraternidad: Hablamos pues de la RB como elemento constitutivo de un derecho de ciudadanía, es la concreción política de los valores republicanos a los que debe aspirar nuestra democracia, es decir, los de libertad, igualdad y fraternidad. ..

Ni que decir tiene que en las actuales circunstancias políticas la fraternidad para los Rajoy, Montoro, De Guindos o Cospedal no entra en su agenda política, aunque está claramente expuesta en el artículo 9.2. de nuestra Carta Magna, a la que tanto apelan cuando les interesa: Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas… Les parece mucho más importante  el artículo 135, recientemente reformado.

 

Cándido Marquesán Millán

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