Blogia
dorondon

El drama del éxodo juvenil

 

Acabo de leer en este mismo periódico una noticia muy negativa, bajo el título “Más de 12.000 jóvenes se han ido de la comunidad aragonesa en el último año”.  Esta realidad es conocida por todos, mas al verla reflejada en un titular de un periódico, me ha impactado y supuesto como un puñetazo en la boca del estómago. Sus causas son conocidas. La crisis económica y las políticas de ajustes que en lugar de reducir, incrementan las cifras insoportables de parados especialmente entre los jóvenes. Algo más de la mitad de ellos no tienen trabajo y no van a tenerlo, y quienes lo consiguen a cambio de horarios interminables reciben salarios miserables, por lo que jamás podrán plantearse un proyecto de vida autónoma. Según el escritor Oscar Guardiola-Rivera "Trabajamos en empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos", dice Tyler Durden en la película basada en la novela El club de la pelea de Chuck Palahniuk”. Y a veces ni eso, dicen hoy muchos jóvenes españoles. El 55% vive aún con sus padres y el 75% asume que vivirán peor que ellos. El 37% cuenta con título universitario.  Siendo dramática la situación, nos dicen que lo peor está todavía por llegar. Para ponerse a temblar. Por ende, los jóvenes es lógico que hagan las maletas y se busquen la vida en otros países centroeuropeos, como Alemania, Francia, Holanda, Austria, Reino Unido; y también en otras latitudes: Estados Unidos, Chile, Argentina, Canadá, Nueva Zelanda o Australia. Todo ello me sugiere una serie de reflexiones. Embelesados en una prosperidad perpetua, nadie podía pensar hace unos años que volviésemos a ser un país de emigrantes, circunstancia que ha sido una constante en nuestra historia. Ciñéndonos al siglo XX. Entre 1900 y 1930 emigraron hacia América algo más de 3 millones de españoles, según las cifras oficiales, aunque es probable que fueran 4,5 debido a la emigración clandestina. Tras la Guerra Civil por motivos políticos en un exilio masivo perdimos una generación  brillantísima  de escritores, científicos, maestros, catedráticos, artistas, etc. Lo que vino luego es conocido: un auténtico páramo intelectual. En los años 60, dos millones de españoles- su imagen en las estaciones de trenes y autobuses con sus maletas de madera es imborrable- salieron impulsados por la necesidad y por el aislamiento que asfixiaba a España hacia Europa: Suiza, Alemania, Bélgica, Francia, Reino Unido y Holanda. La mitad clandestinos. Sin contratos y no pocos analfabetos trabajaron de asistentas del hogar, albañiles, peones, camareros, mineros, obreros no especializados. Sus remesas de divisas, mas el turismo propiciaron el desarrollismo de los años 60. Realidad que nos ha reflejado el añorado José Antonio Labordeta en la canción llena de poesía de La Vieja, la mejor según su propio testimonio: La tristeza de tus ojos de tanto mirar, hijos que van hacia Francia otros hacia la ciudad.

Los que se marchan ahora lo hacen en aviones de Ryanair con billetes baratos sacados en Internet, su móvil de última generación y su portátil. Son titulados superiores: ingenieros, médicos, informáticos, economistas, abogados, arquitectos. Tienen masters. Hablan varios idiomas. Muchos han salido ya fuera de su país con una beca Erasmus. Son una generación, aunque sea un tópico, la más preparada de nuestra historia, alumnos de la LOGSE y que a pesar de ello han de emigrar, como lo hicieron sus abuelos. Nos dejan poco a poco, sin alboroto alguno. Un goteo incesante de sangre nueva que sale sin ruido. Esta circunstancia es  un nuevo fracaso colectivo para la sociedad española.

Los que aquí nos quedamos, como el que escribe estas líneas, se siente profundamente dolorido como padre, un hijo es emigrante; como educador, ya que a algunos de estos chavales les he ayudado a crecer además de compartir sus ilusiones, ahora truncadas; como ciudadano español y aragonés, al  apercibirme de que nos vamos a privar de este inmenso capital humano, para regalárselo a otros países. Una perdida irreparable para nuestro futuro. Un grave error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento científico y técnico. No sé si somos conscientes de ello.

 

En cuanto a los que se nos van, tienen que sentirse profundamente doloridos, defraudados y engañados. Motivos tienen. Abandonar tu tierra, renunciar a tu familia, tu ciudad, tu barrio y tus amigos no es fácil. Les dijimos  que serían  la generación invencible, que superaría con creces a la nuestra: para obtener todo ello, bastaba con estudiar o trabajar duro. Muchos de ellos no volverán, se quedarán en sus nuevos destinos. ¿Para qué van a volver? Se sentirán cada vez más desarraigados de su tierra. Sirvan de ejemplo, algunos de sus comentarios. “Yo no vuelvo a España ni loco, para que me paguen 700 euros por un trabajo de 12 horas en Madrid o Barcelona. ¡Para qué voy a venir a las fiestas del Pilar, si todos mis amigos están fuera! “Y si España no quiere saber nada de mí y si no le importa lo que puede pasarme, yo tampoco quiero saber nada de España. ¿Sabéis lo que me dicen ahora mis padres? "Si nosotros tuviésemos tu edad, también nos iríamos". Yo también les he dicho lo mismo a mis alumnos.

Como conclusión. No quiero buscar culpables. Tengo muy claro quiénes son. Mas a los que nos han traído hasta aquí, les ruego, por favor, que hagan algo y pronto, porque esta situación es dramática, a no ser que quieran dejar otra vez a esta tierra en los márgenes de la historia.

 

Cándido Marquesán Millán

0 comentarios