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Una democradura

 

Que la democracia atraviesa un mal momento no es novedad, como muestra el profundo desencanto hacia ella de la gran mayoría de la sociedad, soterrado durante un tiempo, y puesto de manifiesto en numerosas plazas españolas a través del 15-M, con una frase paradigmática: ¡Democracia real YA!

La democracia, como categoría política, en nuestra época está sometida a una contradicción, Por un lado, es el único régimen capaz de aspirar a la legitimidad. Ningún gobierno es aceptado si no se presenta ante la opinión pública respetuoso del principio democrático. Por eso, la dictadura franquista no entró en la UE. A la vez, las características que la identifican están en profunda crisis o amenazadas.

 

Si definimos la democracia como un régimen basado en el sufragio universal, el pluralismo político, libertad de expresión, ideológica, de información; el gobierno de las mayorías en oposición al de unos pocos o uno solo y capaz de maximizar la autodeterminación política con el respeto a las minorías, evaluada su salud a través de estos elementos, es claro que está enferma.

 

El ejercicio del sufragio, a pesar de su generalización, tiene claras deficiencias. No pueden ejercerlo los jóvenes menores de 18 años, los  inmigrantes- más del 10% del total-; además de un alto porcentaje de abstención, superior al 30% en las elecciones generales del 20-N, todo un síntoma de desafección, acompañada en España por un sistema electoral injusto muy poco proporcional, instaurado en la Transición como un filtro para que algunas fuerzas políticas no llegaran a las instituciones y si lo conseguían con una representación muy inferior a su fuerza real; como también para potenciar el voto útil o de centro político, en el que los elegidos suelen ser reclutados en las clases medias o altas  con orientaciones políticas moderadas. Si ese filtro de la ley electoral falla, para ello está la articulación de los partidos políticos y la manipulación de la opinión pública.  El mundo financiero y empresarial es clave en la creación, sostén y financiación de los grandes partidos, por lo que, si estos llegan al gobierno, le proporcionan subvenciones, prebendas y favores sin cuento; e incluso, pueden incumplir sus programas electorales para responder a sus solicitudes. Según Josep Fontana la "United States Chamber of Commerce" financió las campañas electorales a través de Comités de Acción Política, actividad que ha aumentado considerablemente desde 2009, tras la decisión del Tribunal Supremo. De ahí que  Antoni Doménech, autor del libro La fraternidad secuestrada, de obligada lectura para aquel que se sienta de izquierdas, haya dicho:Las democracias actuales se enfrentan a poderes privados neofeudales más grandes y poderosos de lo que soñaron las más codiciosas dinastías empresariales de la generación de nuestros ancestros.”  Una prueba: a finales de los 90 el presidente de Mercedes Benz, advirtió a Schröder que trasladaría toda su producción a los EEUU, en concierto con Chrysler, para conseguir del canciller la destitución fulminante de su ministro de Hacienda, Oskar Lafontaine (quien narra el episodio en sus ácidas e instructivas memorias).

 

La libre circulación de ideas y opiniones se ve amenazada por los grandes medios de comunicación cada vez más concentrados y vinculados con los poderes financieros y empresariales,  que, al alcanzar tanto poder, pueden cambiar la opinión expresada por la sociedad en las urnas y poner en peligro la democracia, de ahí que Luigi Ferrajoli, los denomine poderes salvajes. Según Sánchez Noriega “Tienen capacidad en el espacio político para boicotear leyes o difundir determinadas demandas y, a la vez,  una gran resistencia a las imposiciones del poder político”.

 

Si el ejercicio democrático lo extendemos al ámbito del trabajo, los barrios o las asociaciones civiles, el panorama es igualmente negativo. Por tanto, estamos viviendo en una democracia de baja intensidad. O, si se prefiere, en regímenes mixtos en los que el principio democrático va a remolque del oligárquico y en los que se aceptan las libertades públicas siempre que no traten de controlar los poderes de los mercados. El capitalismo concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficaz, prescinde de ella. Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo. Según Boaventura de Sousa Santos  “En los últimos 30 años las conquistas logradas han sido cuestionadas y la democracia, últimamente, parece más bien una casa cerrada y ocupada por un grupo de extraterrestres que decide democráticamente sus propios intereses y dictatorialmente los de las grandes mayorías”. Un régimen mixto, una democradura. Observamos hoy que una decisión tomada democráticamente puede anularse por una agencia de calificación, por una bajada de títulos en  la bolsa o por las declaraciones de Draghi. 

 

 Termino con unas  ideas de Gerardo Pisarello de su libro  Un largo Termidor: Las exigencias de democracia que recorren hoy el mundo, es una prueba de que la última palabra en esta lucha por la libertad de todos no está dicha. La estabilidad de estos regímenes oligarquizados no está garantizada. Para la rehabilitación de la democracia, el concepto debemos vincularlo a su mejor herencia histórica. La que va de Efialtes y Aspasia a Paine y Marx, de Flora Tristán y Rosa Luxemburgo a Lumumba o Martín Luther King. Ello nos ayudaría a verla, no como un simple mecanismo de renovación de élites que se activa cada 4 años, sino como una inveterada tradición emancipatoria.

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

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