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Votar con los pies

                                           

 

 

Que la democracia no atraviesa uno de sus mejores momentos es una obviedad. Amplios sectores de la ciudadanía muestran un gran desencanto hacia esta forma de organización política. Razones no faltan. Los Estados nacionales han transferido competencias a las instituciones de la Unión Europea y estas a su vez a los mercados financieros (es decir, a media docena de grandes inversores, al frente de los que está el Deutsche Bank). Por ende, hay un déficit democrático tanto en los Estados-naciones como en la Unión Europea. Según Boaventura de Sousa Santos vivimos en un fascismo financiero. Todo ello significa que las decisiones que toman los gobiernos están desconectadas de las aspiraciones ciudadanas. Los españoles estamos en contra de los recortes en sanidad y educación, y sin embargo, una semana tras otra, observamos que los diferentes miembros del gobierno “nos explican con una claridad meridiana” y nos tratan de convencer con la idea, cual si fuera una tautología, de que estas políticas de recortes sociales, además de las únicas posibles son equitativas. La divina Esperanza, como un niño con zapatos nuevos, se incorpora a la tarea al decir que ha puesto «una reunión todos los viernes a las 8.15 horas para ver de dónde se puede recortar», y que ha encontrado «unas partidas maravillosas» de donde ahorrar dinero. «¡Claro que queda por recortar! Ya les contaré», dijo en una entrevista. Mas, hay otras más justas y solidarias para la reducción de la deuda pública, como el incrementar los ingresos, persiguiendo el fraude fiscal de las grandes fortunas y las grandes empresas. Estas no interesan. Es más fácil perseguir al parado que hace alguna chapuza.  La gran mayoría de los medios de comunicación asienten, difunden y apuntalan machacona y servilmente los discursos del gobierno. Las voces discordantes, como las de John Maynard Keynes, Paul Krugman, Vicenç Navarro, Alberto Garzón, Juan Torres, Tony Judt, Joaquín Estefanía, Josep Ramoneda, Josep Fontana, Boaventura de Sousa Santos, Eric Hobsbawm, Daniel Albarracín reciben escaso eco mediático. Las consecuencias previsibles: una sociedad  narcotizada y acongojada acepta sumisa los recortes impuestos. Y así nuestro Estado social y democrático de Derecho recogido en el Título Preliminar de nuestra Constitución cada vez más degradado y reducido.  Es un sarcasmo hoy  la lectura de algunos de sus artículos: el  1.2. “La soberanía nacional reside en el pueblo español….” o el 9.2. “Corresponde a los poderes públicos…. facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social” o el 37.1. “La ley garantizará el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios”. Los derechos sociales anulados. El ejercicio democrático por parte de los ciudadanos, cada vez más reducido.

Por ello, estimo que si las instituciones políticas existentes no sirven para dar respuesta a las aspiraciones de amplios sectores de la ciudadanía, es necesario reformarlas o crear otras. ¿Para qué sirve el Senado? Hasta que esto ocurra, es legítimo y democrático actuar pacíficamente al margen de ellas en la calle. Una sociedad democráticamente sana  puede y debe mostrar su protesta y su indignación en la calle. Cuando la gente pacíficamente toma la calle, para hacerse oír, insisto lo que es totalmente legítimo además de democrático, es porque quiere cambiar las políticas públicas. Y esta actuación es otra forma de democracia; la democracia de movilización que está cuestionando, sin querer suprimirla, la democracia representativa de los gobiernos, parlamentos y partidos políticos. Así lo hace el 15-M, manifestándose pacíficamente y en pro de más democracia, por lo que no debería ser criminalizado por los poderes públicos, planteando una reforma del Código Penal. Como ha escrito Luis I. Sandoval  “Para Eric Hobsbawm “las marchas callejeras son votos con los pies que equivalen a los votos que depositamos en las urnas con las manos”. Y es así, porque los que se manifiestan eligen una opción, protestan contra algo y proponen alternativas. La acción colectiva en la calle, como acto de multitud o de construcción de un discurso, expresa una diferencia u oposición, muestra una identidad, y se transforma de lo particular a algo más general y cuando se mantiene en el tiempo se convierte en un movimiento social. La historia nos enseña que si en la sociedad democrática no se produjeran estas oleadas de movilización por causas justas no habría democratización, es decir, no habría la presión necesaria para hacer efectivos derechos reconocidos constitucionalmente, ni la fuerza e imaginación para crear otros nuevos”. Todo esto les resulta difícil de entender a nuestros representantes políticos. Con frecuencia, las sociedades se incomodan con los movimientos y aún los consideran peligrosos y nocivos. Solo cuando triunfan reconocen sus bondades e integran sus conquistas a la cultura e institucionalidad vigentes. Ardua tarea, a veces se necesitan siglos para alcanzar algunos derechos: jornada laboral de 8 horas, descanso dominical, sufragio universal, igualdad entre hombre mujer. En definitiva, con movilizaciones se han civilizado y avanzado las sociedades que hoy conocemos como modernas y democráticas. Según de Sousa SantosLos momentos más creativos de la democracia rara vez ocurrieron en las sedes de los parlamentos”. Ocurrieron en las calles, donde los ciudadanos indignados forzaron los cambios de régimen o la ampliación de las agendas políticas.

 

Cándido Marquesán Millán

 

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