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Algunas preguntas inquietantes

           

De esta crisis política, social, económica y cultural, propiciada por el neoliberalismo, se ha escrito mucho sobre sus causas,  su desarrollo y  sus consecuencias dañinas y sus posibles salidas. Transcurrido un tiempo adecuado con la suficiente perspectiva, se seguirán presentando nuevos enfoques. A pesar de ello, no parece muy arriesgado afirmar ya hoy: que habrá un antes y un después, como también lo fue la Depresión de los años 30 en el siglo XX. Los daños son múltiples y profundos. El paisaje que va a quedar desolador.  Quiebras de empresas, millones de parados, proyectos de vida rotos, incremento de suicidios, negociación colectiva y el derecho de huelga cuestionados, una legislación laboral de carácter feudal. La democracia y el Estado de bienestar fuertemente dañados. Con demasiada alegría y despreocupación creíamos que determinadas conquistas políticas, sociales y económicas iban a estar para siempre junto nosotros. Mas, no hay ninguna ley histórica que diga que un día no puedan perderse y suponer que son una parte segura de una herencia intocable.

De la situación actual no esta exenta de culpa la izquierda. La socialdemocracia europea al poner en práctica políticas neoliberales traicionó sus principios ideológicos. La Tercera Vía formulada por Anthony Giddens fue claramente una política de derechas, al permitir la entrada del capital privado en los servicios públicos, con el pretexto de la eficacia. En cambio, la derecha ha tenido y tiene una actuación coherente, ha hecho lo que tenía que hacer de acuerdo con su ADN. Sobre las continuas y recientes derrotas de las izquierdas, son muy pertinentes, además de premonitorias, las palabras emitidas ya en octubre de 2008, del añorado Saramago: la izquierda ni piensa, ni actúa, ni arriesga “una pizca; “la izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive. Para corregir esta situación, Boaventura de Sousa Santos en su Quinta Carta a las Izquierdas, les lanza a bocajarro una serie de preguntas que les podrían servir de motivo para una profunda reflexión, a no ser que sigan retiradas, restañando sus heridas. ¿Por qué los estados cambian tan fácil el bienestar de los ciudadanos por el de los bancos? ¿Por qué la actual crisis del capitalismo fortalece a los que la causaron? ¿Por qué la racionalidad de la “solución” se asienta en las previsiones que hacen y no en sus consecuencias, que casi siempre las desmienten? ¿Por qué los ciudadanos consideran su empobrecimiento inevitable y al enriquecimiento escandaloso de unos pocos necesario para que su situación no empeore todavía más? ¿Por qué el crecimiento económico es hoy la panacea para todos los males de la economía y de la sociedad sin reparar en sus costos sociales y ambientales? ¿Por qué Malcom X tuvo tanta razón: “si no tienen cuidado, los periódicos los van a convencer de que la culpa de los problemas sociales es de los oprimidos y no de los opresores”? ¿Por qué las críticas que las izquierdas hacen al neoliberalismo prácticamente no entran en los noticieros? ¿Por qué las alternativas son tan escasas cuando más se las necesita? Todas ellas  tienen la suficiente enjundia para que sobre ellas, las ejecutivas de los diferentes partidos de “izquierdas” organicen conferencias, seminarios y congresos, tratando de encontrar respuestas que convenzan a muchos de sus votantes que poco ha les abandonaron.

Yo también quiero incorporarme a este rosario de preguntas. ¿Hay algún límite a estas políticas durísimas de ajustes fiscales? ¿Existen algunas líneas rojas en el Estado de bienestar que la sociedad considere infranqueables? Tal como se están desarrollando los acontecimientos, y con el estado de mansedumbre de buena parte de nuestra sociedad, estimo que cualquier recorte a nuestro Estado de Bienestar no solo es posible, sino que es más que probable. Nuestros gobernantes ya se cuidan, propiciando y sirviéndose de la cultura del miedo, en preparar nuestro animo para que asumamos cualquier medida, por dura que sea esta. De Guindos: “Como vengan otros a hacer el presupuesto, verán lo que es un ajuste”. Por tanto, los Presupuestos del 2012 y los 10.000 millones de recortes en Sanidad y Educación son pecata minuta.

En cuanto a nuestra democracia tan añorada en otras épocas: ¿Qué queda de ella? ¿Qué decidimos de verdad los ciudadanos? Que no son preguntas baladíes, lo demuestra el hecho de que Ignacio Sánchez-Cuenca, teniendo en cuenta que las decisiones de nuestros representantes políticos cada vez guardan una conexión más lejana con las preferencias individuales de los ciudadanos, haya escrito recientemente un artículo con el inquietante título: ¿Habrá siempre democracia? Que son los mercados, agencias de calificación, y bancos centrales los que de verdad nos gobiernan no es descubrir nada nuevo. Ante estos flagrantes atropellos a la democracia, tampoco se vislumbra una reacción ciudadana. La democracia hay que conquistarla y defenderla todos los días. Es mucho más que depositar un voto en una urna cada cuatro años.

Termino con otra pregunta: ¿Para qué tanta austeridad, tanto sacrificio y sufrimiento acumulados? Nuestros dirigentes repiten la cantinela de “ que para recuperar el crecimiento económico y así crear empleo estable? Aunque también Rajoy nos ha dicho que “En 2012 el ejecutivo se va a dedicar a pagar intereses de la deuda pública, 29.000 millones de euros que si no hubiera deuda podrían dedicarlos a mejorar los servicios públicos o a no subir impuestos, o incluso a mejorar la sanidad o las pensiones.”  Les tomo la palabra.

 

Cándido Marquesán  Millán

 

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