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España se olvidó de la Memoria Histórica

 


Es seguro que algunos al leer estas líneas que versan sobre el tema, ya sobado mas todavía no resuelto, de la Memoria Histórica, iracundos exclamarán que ya vale, otra vez con la misma tabarra, que lo que les preocupa de veras es la crisis económica, y su secuela más truculenta del paro irrefrenable. ¡Toma! ¡Y a mí también! Y a otros muchos. Lo que no es óbice para que me preocupe por el tema de que más de 100.000 españoles estén tirados todavía en las cunetas de cualquier carretera comarcal, en las tapias de cualquier cementerio, o incluso en algún basurero, y que además sus familiares no puedan darles una digna sepultura, como todo ser humano se merece, tal como lo establece una Obra de Misericordia. Y también me preocupa que a buena parte de la sociedad española, esta traumática e injusta circunstancia le importe un comino, ya que por lo que parece hoy en día se mueve sólo por determinados valores: el dinero, IPC, PIB, eficacia, producción, el euribor, cotizaciones en bolsa, la prima de riesgo, la reforma financiera .

Y mi preocupación continúa al constatar que importantes y poderosos medios de comunicación, han trabajado a destajo para que en ese importante sector de la ciudadanía española haya calado esa escala de valores. Y esto es así, merced a que abunda cada vez más un prototipo de columnistas, que dicen escandalizarse porque en esta sociedad nuestra se está produciendo un vacío de valores morales, por la ley del aborto, el matrimonio de los homosexuales, el divorcio express, la educación para la ciudadanía. Y sin embargo, no tienen ningún impedimento moral en colocarse en contra de todo aquello relacionado con la Memoria Histórica, y les resulta indigerible el que todas esas víctimas sean enterradas. Me resulta difícil entender estos comportamientos tan contradictorios.

También me preocupan determinadas actuaciones judiciales, como el que se admitieran a trámite las querellas presentadas por el sindicato "Manos Limpias" y Falange Española contra el juez Garzón y que sea juzgado por su iniciativa de abrir una causa penal para investigar los crímenes del franquismo por medio del Sumario 53/2008. Igualmente la actuación de determinadas jerarquías eclesiásticas que consideran que en la Memoria Histórica no hay más que resentimiento, tal como dijo el cardenal Rouco: a veces, es necesario saber olvidar” en lo que él denomina, haciendo gala de una doble moral, de “una auténtica y sana purificación de la memoria”, mientras canonizan a miles a sus mártires de la Guerra Civil. Por último, no menos me preocupa que el PP, con 10,8 millones de votantes detrás, se muestre insensible, con aquellos que quieran enterrar a sus muertos, acusándoles de poner en peligro nuestra democracia que ha costado tantos esfuerzos conseguirla.

Rajoy ha mostrado en repetidas ocasiones su desprecio a la Ley de la Memoria Histórica (LMH) porque "no interesa a nadie". Y ya antes Miguel Ángel Rodríguez, portavoz que fue del Gobierno de Aznar entre 1996-1998 en el programa 59 segundos de TVE dijo: "En plena época de Internet y de la Play Station, es estúpido que a estas alturas estemos recordando lo que pasó hace 70 años". Una vez más, la derecha pone de manifiesto que no le gusta hablar de Memoria Histórica, pues ello es tanto como aludir a sus raíces ideológicas y personales. Tiene auténtico pavor a cortar su cordón umbilical con el franquismo. Tampoco nos debería sorprender, tal como señala Julián Casanova, si tenemos en cuenta que Manuel Fraga que fue presidente de la Xunta y presidente de honor del PP, en noviembre de 2005, 30 años después de la muerte del dictador, o 27 desde la aprobación de la Constitución, de la que dicen que fue uno de los padres, en una entrevista publicada en Corriere della Sera, hacía una desaforada defensa de Francisco Franco y de su régimen político, recordando a los italianos las excelencias del que fue durante tanto tiempo su jefe y los enormes beneficios que su sistema de gobierno ("ni fascista, ni totalitario") dejó a todos los españoles. Y acabamos de constatar que el líder del PP y presidente del Ejecutivo central, Mariano Rajoy, ha rendido homenaje a Fraga calificándolo como "uno de los grandes hombres que ha dado España en el último siglo". Por todo lo anteriormente expresado, siento una profunda tristeza.

Que después de más de 30 años en esta democracia nuestra, todavía la sociedad española, incluida en ella tanto la clase política como la ciudadanía, no haya sido capaz de saldar esa deuda histórica con todos aquellos españoles que fueron asesinados, por el único delito de defender el régimen republicano, entiendo que algo está fallando. ¿Qué democracia es ésta? ¿Es una democracia de segunda categoría? ¿O es que está enferma? Tengo la impresión de que deberíamos empezar a cuestionarnos ya esa idea, que se ha ido extendiendo entre nosotros los españoles con demasiada autocomplacencia, de que nuestra Transición Democrática ha sido modélica, y que incluso hemos pretendido dar lecciones a otros países que han pasado por situaciones semejantes. La periodista, Montse Armengol, en su libro Les fosses del silenci, partiendo de la experiencia de Nicaragua, se hace la siguiente reflexión: “En Guatemala hemos visto como nos pasaban la mano por la cara por el esfuerzo institucional para localizar las fosas, para obtener ayudas internacionales, para hacer un banco de ADN, para tener un psicólogo a pie de fosa que atendiera a los familiares de las víctimas en aquel momento, a la vez esperado y doloroso, en que surge el primer hueso, una bota o una chaqueta, que confirma la pérdida violenta de un ser querido. El momento en que una pala abre la tierra y se rompe el silencio; el momento en que, por fin, puede comenzar el duelo, el personal, el del familiar del desaparecido y el colectivo: el de la sociedad que ha padecido la tragedia. Nada de eso”- acaba diciendo Montse Armengol- “hemos visto en esta España que presume de dar lecciones de transición o de perseguir a los dictadores criminales”.

No deja de ser lamentable que el artista-fotógrafo Francesc Torres tuviera que presentar, al no poder hacerlo en España, en el Internacional Center of Photography de Nueva York en septiembre de 2007, la exposición “Oscura es la habitación donde dormimos”, cuyo título es extraordinariamente sugerente y un tanto perturbador. Esa habitación hacía referencia a una fosa común de 47 hombres, asesinados por las tropas rebeldes, en la aldea española de Villamayor de los Montes cerca de la N-II Madrid-Burgos. Y también a todo un país atemorizado, que ha vivido a oscuras durante mucho tiempo, y que ha tardado 70 años en desenterrarlos. Miedo que parece que continúa en determinados ambientes.

Si nuestra democracia fuera plenamente madura, no debería tener problema alguno para digerir nuestro pasado por duro y tenebroso que este haya sido. La verdad por encima de todo. Sudafricanos, chilenos, argentinos, rusos, por poner ejemplos, lo han hecho ya dándonos una contundente lección. Nuestra democracia debe reparar esa deuda pendiente por razones estrictamente democráticas, ya que si hoy vivimos en un régimen “consolidado” de libertades y de paz, es absolutamente imprescindible reparar esta injusticia, en coherencia con nuestros propios principios democráticos. ¿Qué mejor muestra de reconciliación que ser capaz de asumir el pasado doloroso y tomar medidas para corregir tales errores? Y el hacerlo ya, sin dilaciones, contribuiría de verdad a la reconciliación, así como el refuerzo de la convivencia democrática. Nada más lejos que al enfrentamiento. Pero es que además existen poderosas razones de carácter ético, que deberían superar cualquier diferencia política. ¿Quién podría aceptar que un ser querido continuase en cualquier margen de un camino? Y a pesar de todo, el Partido Popular inamovible, se resiste a dar un paso adelante. Si lo hiciera haría un gran favor a nuestra democracia. Es lo que han hecho las derechas europeas, al condenar sin ambages los fascismos. Aquí, por lo que estamos constatando no hemos podido llegar a tanto.

Imagen: La historia del día

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