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                        EL DEBATE IDEOLÓGICO EN EL PSOE

 

Se suceden día tras día los artículos en los diferentes medios de comunicación, que reflexionan sobre las causas de la debacle electoral, así como del futuro del PSOE. Se han incorporado también para el debate desde las propias filas socialistas dos documentos, el primero titulado Mucho PSOE por hacer, muy crítico con determinadas políticas realizadas por el Gobierno de ZP, que preconiza una reconstitución ideológica; el segundo Yo sí estuve allí, firmado por exaltos cargos socialistas, que tratan de justificar las políticas realizadas en estas dos últimas legislaturas. Esta nueva situación de debate interno se explica por la derrota electoral, de haberse producido el triunfo nadie habría considerado la necesidad de plantearlo. Cabe recordar lo ocurrido dentro del PP tras la derrota de las elecciones generales del 2008, que llevó a que Mariano Rajoy fuera cuestionado en profundidad, en cambio es hoy el líder indiscutible.  Es así la política. Que las divergencias sean por ideas es sano y enriquecedor para el proyecto político de un partido que más pronto que tarde alcanzará el Gobierno de España. Como no podía ser de otra manera desde determinados medios de comunicación, sobre todo los vinculados a la caverna mediática, tratan de hacer sangre de estas discrepancias entre los socialistas con titulares: desentierran los cuchillos, lucha muerte. Al respecto voy hacer mis propias reflexiones, aunque quiero recordar que algunas de ellas ya las expuse por escrito mucho antes de la derrota. En marzo del 2011, ya publiqué un artículo titulado “Miedo a la democracia”, y, después de mayo del 2010, critiqué en numerosas ocasiones la deriva neoliberal adoptada por el Gobierno de ZP.

 Resulta conveniente empezar por el principio. En relación a la hecatombe electoral, el candidato Rubalcaba sufrió los peores resultados desde la instauración de la democracia, debido a que desde mayo de 2010, las políticas llevadas a cabo por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para afrontar la crisis económica con la rebaja del sueldo a los empleados públicos, congelación de las pensiones, reforma de las pensiones y laboral, no tenían nada que ver con un proyecto socialdemócrata. Se decidió realizar unos ajustes fiscales por la vía de la reducción del gasto social, en lugar del incremento de los ingresos mediante una política fiscal progresiva, que eso sí que es socialdemócrata. Además sin ningún tipo de explicación por parte del Gobierno, probablemente porque al no estar convencido, no sabía cómo hacerlo. Todas estas políticas tenían una impronta neoliberal, y que de estar en el Gobierno, los populares las hubieran ejecutado sin rechistar. Obviamente, estos tenían tantas ansias de poder, que no podían llegar a acuerdo con el Gobierno de ZP, ya que su estrategia se basaba en “cuanto peor mejor”, todo un ejemplo de irresponsabilidad.   Si a ello añadimos la reforma constitucional del artículo 135 y la incorporación de España al escudo antimisiles, las condiciones objetivas de la derrota estaban servidas.  De ahí el alejamiento de varios millones de su electorado hacia otras fuerzas políticas, sobre todo IU,  otros partidos minoritarios y también la abstención. Por eso, que a las siglas del PSOE todavía le votaran 6.973.000 españoles, no fue un mal resultado. Fue muy bueno. Si haces una política de derechas, esperar que te voten gente  que piensa en izquierdas, es de ilusos. Es de cajón.

Además, salvo alguna excepción como la de Tomás Gómez o José María Barreda, que ya avisaron de que iban hacia el suicidio, los barones del PSOE con cargos orgánicos no se atrevieron a cuestionar estas políticas a Rodríguez Zapatero, en la Comisión Ejecutiva Federal. Ni tampoco a los respectivos Secretarios Generales en las respectivas Comisiones Ejecutivas Regionales. Y estas prácticas tan faltas de crítica, hace ya tiempo que se generalizaron en este partido, como también en los otros, por falta de democracia interna. Esta es una de las asignaturas pendientes en nuestra joven democracia. Esto es de dominio común. Lo que no deja de ser contradictorio es que los dirigentes políticos nos bombardeen continuamente a los ciudadanos con las excelencias de la democracia, y sean ellos precisamente los que menos la pongan en práctica en sus propios partidos. Circunstancia gravísima, si tenemos en cuenta que nuestra Constitución proclama con claridad meridiana en su artículo 6º "que los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". Por ende, el debate interno y la participación de sus militantes en la toma de decisiones democráticas en el seno de los partidos es una exigencia constitucional, no una concesión de sus dirigentes. De la misma manera lo señalan categóricamente los estatutos de los diferentes partidos. Mas, esto es papel mojado, que se incumple de una manera sistemática por el aparato de los partidos, pues son sus dirigentes, quienes toman las decisiones marginando a las bases. Existen muchas asociaciones de algunos partidos que no se reúnen nunca, con la única excepción de aprobar las listas electorales, para cumplir el trámite. El aparato (en manos de unos pocos, que permanecen largos periodos de tiempo, sin saber cómo ni por qué, ni cuáles son sus méritos contraídos), la excesiva burocracia interna, la pugna por el poder en el seno del partido, y el culto a la alabanza y la sumisión, son absolutamente incompatibles con la opinión, la saludable discrepancia y el debate transparente. Por ello, la renovación de ideas y personas es imposible en los partidos políticos si su funcionamiento interno no es democrático. Y no lo es porque sus dirigentes tienen auténtico pavor a la "democracia", es decir, al debate de ideas, a permitir las discrepancias, a que el voto sea "libre, igual, directo y secreto" en todas sus elecciones de cargos directivos y de candidatos. La elección no se hace por el mérito ni por los valores éticos del candidato, sino por la sumisión y la obediencia absoluta a los de arriba. Sorprende la pasividad y la indiferencia de muchos de sus militantes ante esta circunstancia. Lo que estoy diciendo es lo que todo el mundo piensa y nadie se atreve a decirlo. Lamentablemente esta es la deriva por la que caminan los partidos políticos, en las que no se admite crítica alguna, y si alguien tiene la osadía de discrepar, se arriesga a ser marginado o a ser acusado de torpedear el partido. Al aplicarse medidas disciplinarias a las corrientes internas no alineadas con el discurso de la dirección, se margina a los librepensadores. Por ello, los dirigentes de los partidos políticos no deben extrañarse de que la ciudadanía esté cada vez más lejana de la clase política y, por tanto, de la política. De ello, deberían ser conscientes, mas tengo la impresión que tampoco les preocupa demasiado.

 No obstante, sin que sirva de justificación, al Gobierno de ZP le ha ocurrido lo mismo que a buena parte de la izquierda europea: ninguno de los gobiernos de izquierdas de la Europa de los ochenta logró frenar la liberalización de los mercados financieros. Ni siquiera el de François Miterrand en Francia. El Tratado de Maastricht de 1992 fue un elemento clave en la nueva arquitectura económica, ya que "estableció un corsé neoliberal que condicionaría los desarrollos constitucionales de los años posteriores". Según Gerardo Pisarello, el Tratado de Maastricht impuso severos criterios de convergencia económica que "eran un acicate para la reducción del gasto social y la contención de los salarios, a la vez que un aliciente, como se demostraría luego, para la especulación financiera". Las consecuencias de esta ofensiva se viven en la actualidad en su mayor crudeza. "La socialdemocracia no ha querido ni ha sabido oponerse al capitalismo globalizado, impulsado desde el neoliberalismo. Es más, en muchos casos lo ha impulsado con entusiasmo, cavando así su propia tumba. Esto explica la migración de mucha gente de izquierdas, sobre todo jóvenes, a la abstención o a otras fuerzas políticas.  Ha triunfado el neoliberalismo puro y duro, sin que la izquierda se haya enterado. Por ello, el mejor y más perverso colofón a este proceso lo puso, la Dama de hierro, cuando al final de su mandato le preguntaron por su mayor éxito político, no lo dudó un instante: "Anthony Blair".  Recientemente Josep Fontana en un su libro Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, ha expresado contundentemente lo ocurrido: “que la crisis del 2008 se debiera  a problemas del sistema y no un mero accidente  en el terreno de la especulación financiera lo vino a demostrar su extensión a Europa, agravada a través del ataque  a la deuda pública de sus gobiernos, que aceptaron estrangular el crecimiento de sus países  con una estéril política de austeridad. Así culminó la más inesperada  de las victorias de la Guerra Fría: la imposición de las reglas más duras del “sistema de libre empresa” a una Europa que hasta entonces se había resistido abandonar por completo unas pautas de política social que garantizaban un mínimo de cohesión y un cierto grado de igualdad. El modelo construido en Europa como fruto de siglo y medio de luchas sociales podía ser definitivamente  destruido. Algo que no había conseguido ni siquiera el fascismo”.

Esto es ya historia, lo que hay que hacer es mirar hacia el futuro. En consecuencia, la conclusión es clara, si el PSOE quiere recuperar esos millones de votos perdidos, debe retornar con prontitud a las señas de identidad de una política socialdemócrata auténtica. La esencia de esta doctrina es tan clara como el agua cristalina: la búsqueda de los medios necesarios para alcanzar las mayores cuotas de libertad, igualdad y bienestar entre los miembros de una sociedad. Asimismo, existen valores que también han permanecido como rasgos característicos del paradigma socialdemócrata. Tal es el caso de la justicia social, la solidaridad, la responsabilidad, el humanismo y el progresismo. En esta sociedad nuestra impregnada por el neoliberalismo insolidario que defiende el mercado incontrolado, observamos  que cada vez hay más desigualdad,  mas injusticia y más falta de libertad, por lo que es imprescindible una socialdemocracia fuerte y auténtica en aras a conseguir un mundo mejor, que defienda un Estado activista y protector de los  ya muchos excluidos y que se seguirán incrementando en el futuro de no producirse un cambio político radical, para mostrar por qué la lección para este recién iniciado siglo XXI no es que debamos volver lo más deprisa posible al siglo XIX, como se pretende desde las corrientes neoliberales. Si alguno tiene alguna duda al respecto, le recuerdo algunos recientes acontecimientos: reforma de las pensiones, inexistencia de la negociación colectiva, desamparo de muchos ciudadanos con el desmantelamiento del Estado de bienestar, minisueldos de 400 euros para combatir el paro, millones de parados. Mientras tanto el BCE presta al 1% 500.000 millones de euros a la banca, para comprar deuda pública remunerada al 6%. Es suficiente.

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

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