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Balance de 5 años de Pontificado

 

Acaba de cumplir el pasado día 19 de abril Benedicto XVI sus primeros cinco años al frente del Papado. Ya es un tiempo lo suficientemente importante, como para hacer un balance. Aquel período abierto con el Concilio Vaticano II, promovido por el inolvidable Juan XXIII  supuso un intento serio y profundo de puesta al día de la Iglesia, conocido como aggiornamento,  y que lo  expresó con palabras muy claras el mismo Pontífice: Quiero a abrir las ventanas de la iglesia para que podamos ver lo que hay fuera y la gente pueda ver lo que hay dentro. Este encomiable proceso de apertura se cerró a partir de la llegada de Juan Pablo II,  y ha sido continuado con mayor fuerza con Benedicto XVI.  Una de las directrices emanadas del Concilio  fue el ecumenismo y el diálogo interreligioso, sin embargo hoy el acercamiento hacia otras religiones está mucho más lejos que hace 30 años. Veámoslo.

Las desafortunadas declaraciones de su discurso en la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006, en las que denunció la guerra santa islámica y vinculó el Islam con la tentación a la violencia, que levantó grandes críticas en todo el mundo musulmán, supuso levantar una barrera infranqueable hacia los creyentes de esta religión monoteísta.

El acercamiento hacia la religión judía también ha salido dañado. El papado de Benedicto XVI se ha caracterizado por una manifiesta benevolencia hacia la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, creada por el arzobispo cismático francés Marcel Lefevre. Benevolencia en lugar de severidad que, en nombre de la unidad con los tradicionalistas, permitió además el regreso de ritos de la liturgia romana del Papa Pío XIII, anterior al Segundo Concilio Vaticano, como la misa en latín. Además, el Papa volvió a recurrir a las plegarias de Viernes Santo, en la que los cristianos ruegan por la conversión de los judíos, y levantó la excomunión contra los cuatro obispos, consagrados ilegalmente, de la mencionada Fraternidad. Uno de ellos es Richard Williamson, negador del Holocausto. El resultado de esos gestos de reconciliación fue una crisis en las relaciones judeo-católicas, el enojo de la congregación y, por último, una reprimenda de la canciller alemana, Ángela Merkel. También activó el paralizado proceso de beatificación de Pío XII, que guardó un vergonzoso silencio  ante el Holocausto judío con la consiguiente protesta de las comunidades y de los dirigentes hebreos y de no pocos cristianos. Y como culminación las palabras del predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa, el Viernes Santo, en presencia del Papa, al comparar los sufrimientos de este por las críticas recibidas ante la mala gestión de los casos de pederastia con el Holocausto.

El trato a los creyentes de las iglesias cristianas no católicas no ha sido mejor. Como señala el teólogo Juan José Tamayo,  en julio de 2007, Benedicto XVI dio un primer paso atrás en el avance del ecumenismo, con la aprobación de un documento que negaba a la Iglesia Evangélica su carácter de Iglesia ‘en el verdadero sentido de la palabra'  y calificó a las Iglesias Ortodoxas como Iglesia imperfecta por no reconocer el primado del papa. La entonces obispa luterana, Margot Käßmann, se refirió a ello como ‘una tragedia'. También las bases católicas y hasta los teólogos fieles al Papa reaccionaron con sorpresa e indignación. Según el Concilio del Vaticano, el Papa tendría que haber formulado el documento con más sensibilidad ecuménica, dice, mirando atrás, Eberhard Schockenhoff: “El Concilio apunta a poner de manifiesto un vínculo positivo entre la Iglesia Católica y el resto del cristianismo”. Aprovechando las tensiones dentro de la Iglesia Anglicana, Benedicto XVI se ha atrevido a pescar en los caladeros de la dicha Iglesia y ha abierto las puertas del catolicismo a obispos, sacerdotes y fieles tradicionalistas disconformes con el matrimonio homosexual y la ordenación, ha admitido a sacerdotes anglicanos casados, quienes siguen ejerciendo el ministerio sin renunciar al matrimonio.

Todo lo expuesto hasta ahora es una prueba evidente que Benedicto XVI está muy alejado del espíritu ecuménico y de diálogo entre religiones del Concilio Vaticano II, asamblea que enarboló un nuevo talante fraternal, de exaltación de lo que todas las religiones han significado para el hombre y para la promoción de las manifestaciones más hondas del espíritu.

Una muestra de su carácter intransigente en lo teológico, además de profundamente conservador en lo social, como señala Juan José Tamayo, ha sido la condena tajante de la teología de la liberación, llevada a cabo unos meses antes de la celebración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida (Brasil), inaugurada por Benedicto XVI el 13 de mayo de 2007. La TL ha provocado, a su juicio, consecuencias "más o menos visibles", como "rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía", ha creado entre las comunidades diocesanas "gran sufrimiento o grave pérdida de fuerzas vivas". Peor aún, sus "graves consecuencias ideológicas -agregó- "conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres". Una muestra de su animadversión manifiesta hacia la TL ha sido la lentitud en el proceso de canonización del arzobispo Oscar Romero, que contrasta con las prisas en otros casos.

Con otras decisiones muy discutidas el Pontífice de muestras de estar desconectado de la realidad, y ser insensible a los problemas del hombre actual. Pudimos comprobarlo por sus palabras  emitidas en África argumentando que el sida "no se puede resolver con eslóganes publicitarios ni con la distribución de preservativos", y que éstos, "al contrario, sólo aumentan los problemas". "La única vía eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad", añadió, "una renovación espiritual", destinada "a sufrir con los sufrientes". Es decir, abstinencia y oración. Parece increíble el que alguien con el predicamento que tiene a nivel mundial, cuyas palabras van a ser seguidas por millones de creyentes, pueda emitir estas palabras, que contradicen todos los informes de la ciencia,  cuando según la Organización Mundial de la Salud (OMS), son 22,5 millones de subsaharianos los infectados por el VIH, cifra que supone el 68% del total.

Por si todavía no hubiera llovido bastante ya, en estas últimas fechas ha irrumpido el escándalo de pederastia, llevado a cabo por numerosos clérigos y en muchos países, que ha generado una de las crisis más profundas en la Iglesia católica. Son demasiadas las pruebas y testimonios sobre el vergonzoso y censurable papel que ha jugado el Vaticano en este escabroso asunto. El mismo Papa dijo hace un par de años que “un culpable de pedofilia no puede ser sacerdote”. Sin embargo, y debido a las presiones externas, apenas ayer se supo oficialmente que mientras la justicia divina “fallaba”, se entregaría a la penal a los sospechosos de estos aberrantes casos. No puede ser otra la solución inmediata.

El reconocido teólogo alemán Hans Küng, ha descrito la actual encrucijada: “La veracidad exige que el hombre que desde hace décadas es el responsable principal de la ocultación a nivel mundial (de los casos de pederastia), concretamente Joseph Ratzinger, entone su propio mea culpa”, en vez de “lamentar una campaña contra su persona”.

Por todo lo expuesto podemos constatar de una manera fehaciente que aquella esperanza de apertura hacia el mundo que representó el Concilio Vaticano II,  la ha hecho desaparecer el actual Pontífice, aunque ya era de esperar si tenemos en cuenta sus actuaciones durante 24 años, como prefecto de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe, la antigua Inquisición. La esperanza de que tras Juan Pablo II se iniciara el urgente proceso hacia una Iglesia moderna, que asumiera aspectos sensibles como, la potenciación del ecumenismo, la reforma de la curia, el apremiante tema del celibato, el relevante papel de la mujer, acorde con los nuevos tiempos… se ha desvanecido. El profesor de Teología Moral de Freiburgo, Eberhard Shockehoff, opina que Josef Ratzinger aún no ha encontrado el tema central de su pontificado. “Además, hay una serie de actitudes individuales cuestionables, teológicamente hablando, que despiertan dudas acerca de si el itinerario de la Iglesia bajo su liderazgo se orienta hacia un catolicismo capaz de enfrentar los desafíos del futuro, o si este pontificado se estancará frente a la montaña de reformas pendientes de los últimos 30 años”, plantea el experto.

 

Cándido Marquesán Millán

2 comentarios

cándido -

Para Manuel. Gracias por tus comentarios, que como siempre me parecen muy constructivos.

manuel -

Buen artículo Candido, de acuerdo en todo con lo que expones, el Sr. Ratzinguer, guardian de la doctrina católica, debe ser una persona muy ambiciosa y le tocaba por promocion natural ser Papa. Ya son conocidas las luchas intestinas que se producen en la Iglesia cuando llega el momento de renovar el puesto de San Pedro.
Que la llegada de este hombre al pontificado suponia un paso atrás en la actualización y adaptación de la Iglesia a la sociedad ya era sabido.
Pero esto sirve para reflexionar sobre las organizaciones que tienen y tocan poder. Las luchas internas, las conspiraciones, se producen en este tipo de organizaciones, incluso en los partidos políticos. Soy de los que piensan que la religión sirve y ha servido según demuestra la historia para someter la voluntad de los hombres, para apoyar y manipular incluso el poder político de los pueblos. Esta observación se puede comprobar desde las civilizaciones antiguas, la mesopotámica, la hitita, la egipcia, las civilizaciones prehispanicas; todas han estado fuertemente condicionadas por la religión; el sacerdote, el oráculo, los escribas, siempre estan cerca del poder y siempre dicen a sus congéneres lo que esta bien y lo que esta mal a los ojos del dios de turno. En resumen, la religión siempre ha servido para establecer normas de conducta sometedoras de la voluntad en el amparo de lo sobrenatural.
Sobre el ecumenismo opino que es una tarea dificil, más me parece una declaracion de intenciones que un objetivo real, más una imagen publicitaria que una voluntad real. El ecumenismo lo comparo a la declaración de intenciones del Sr. Rodriguez Zapatero con la Alianza de las Civilizaciones; en realidad el problema no es de civilizaciones, el problema es de religiones.
Toda religión es sectaria y la procreación es la forma de multiplicar los seguidores o creyentes; por eso la esencia del cristianismo y del islam es la procreación natural y la expansión geográfica. De este modo se mantiene el dominio religioso y se consigue aumentar la influencia politica en el ámbito de todo el mundo.
Para no aburrir más concluire diciendo que la fraternidad humana no existirá nunca, es utopico pensar que los hombres viviran en paz por que el conflicto aparece en el momento en que un ser humano se encuentra en compañia de otro. La paz será algo deseado pero inalcanzable.
A pesar de ser critico con la Iglesia católica en la que fui bautizado, mi posicion actual es de no creyente pero quiero dejar presente mi reconocimiento para las personas que, motivadas por su fe religiosa, hacen que con su trabajo otras personas esten atendidas lo mejor posible en sus dificultades.
Salud