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Srebrenica, una vergüenza para Europa

 

Absorbidos en la vorágine de los casos de Garzón, Matas y Gurtel, que dan suficiente juego informativo, ha pasado casi desapercibida o con muy poca repercusión la noticia de que la coalición gubernamental en Belgrado acaba de aprobar el pasado 31 de marzo la resolución siguiente: “El Parlamento de Serbia condena enérgicamente el crimen cometido contra la población musulmana bosnia de Srebrenica en julio de 1995” y extiende “sus condolencias y disculpas a los familiares de las víctimas, porque no se hizo todo lo posible para evitar la tragedia”. Es la primera vez que lo reconocen con claridad, ya que en la sociedad serbia predominaba la idea de negarlo. Algunos no aceptan el número de víctimas, y otros lo consideran un incidente bélico más en la guerra de Bosnia-Herzegovina. Fue aprobada por escasísimo margen, además se tuvo que omitir la palabra de genocidio. Afirma que el poder serbio de Belgrado no tuvo responsabilidad directa en la masacre cometida por ejército serbio-bosnio, admitiendo su culpa por su pasividad a la hora de impedirla, mas lo evidente es que Mladic sigue libre.

 Ya  en noviembre de 2007, el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, dictó una sentencia en la misma línea  indicando que “ que no se ha demostrado que las matanzas hayan sido cometidas siguiendo instrucciones de Serbia, ni que tuviera el control efectivo de las operaciones”. El Tribunal indicó que Belgrado vulneró sus obligaciones de prevenir el crimen-pese a los claros indicios que podía llevarse a cabo-, así como de reprimirlo mediante una verdadera cooperación con el Tribunal. Los jueces descartaron la culpabilidad del Estado  serbio como responsable directo o cómplice de la masacre y en consecuencia la eximieron de pagar indemnización alguna a Bosnia, que fue el país que presentó la demanda. Además instó a Serbia,  Estado que ha asumido la continuidad de la antigua Yugoslavia, a detener  y a entregar a los acusados por crímenes de guerra y genocidio,  Ratko Mladic y Radovan Karadzic, para ser juzgados por el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia. Karadzic está siendo juzgado en estas fechas. Slobodan Milosevic, ya está muerto sin haber sido juzgado.

La sentencia supuso una profunda decepción para Bosnia y para los familiares de las víctimas, así como también un gran alivio de Belgrado, ya que se vio libre de pagar una cuantiosa indemnización que habría repercutido en el bolsillo de todos los serbios. Miles de bosnios musulmanes supervivientes de la matanza de Srebrenica y parientes de las víctimas de los crímenes se manifestaron, sin faltarles motivos, en Sarajevo. Una residente en Srebrenica, Nazija Beganovic, nos dijo: “Todos dicen que la justicia puede encontrarse en La Haya. ¿Dónde está la justicia para mis seis hijos? Durante quince años he llorado. Los serbios los asesinaron y no sé ni donde yacen sus restos”. En la misma línea, el antiguo representante bosnio ante el Tribunal de la ONU, Kasim Trnka, señaló que el veredicto “enviaba una mal mensaje a futuros Karadzcis, Mladics, y a todas las Ruandas y Camboyas que el futuro podrán pensar  que este tipo de crímenes pueden quedar impunes”.

 Todo el mundo sabe que Serbia estuvo detrás de esta masacre. Srebrenica es uno de los capítulos más trágicos de la Europa de finales del siglo XX. La mayor matanza ocurrida en el continente desde el año 1945 a unos cientos de kilómetros de Viena. Como europeos deberíamos sentir una profunda vergüenza. Es uno de los capítulos de la lamentable guerra en la antigua Yugoslavia. Lo ocurrido resumido brevemente fue así, siguiendo a Tony Judt.  Envalentonados los serbios por la pasividad occidental, el 11 de julio de 1995 las fuerzas serbobosnias avanzaron hacia una de las zonas seguras de la ONU, Srebrenica, al este de Bosnia, llena de atemorizados refugiados musulmanes. El lugar estaba oficialmente bajo la protección no sólo por el mandato de la ONU, sino por 400 soldados holandeses que constituían el contingente de paz. Mas al llegar los hombres de Mladic, el batallón holandés abandonó las armas y no ofreció resistencia alguna cuando las tropas serbias expurgaron a la comunidad musulmana, separando a hombres y muchachos del resto. Al día siguiente, después de que Mladic hubiera dado su palabra de honor de que los musulmanes no sufrirían daño alguno, sus soldados condujeron a los varones musulmanes, entre los que se encontraban chicos de 13 años, a los campos que rodean Srebrenica. Durante los 4 días siguientes casi todos ellos- 7.400- fueron asesinados. Mientras tanto los soldados holandeses volvieron sanos y salvos a su país. Hubo una ocultación deliberada de la magnitud del genocidio de Srebrenica durante casi dos meses debido a la situación de parálisis de UNPROFOR, la OTAN, la ONU y la Unión Europea, parálisis provocada por sus diferentes enfoques de dar fin al conflicto. La comunidad internacional no reaccionó hasta el 28 de agosto, y sólo porque los serbobosnios, convencidos que tenían carta blanca para cometer masacres a su antojo, cometieron el error  de bombardear el mercado de Sarajevo por segunda vez, matando a otras 38 personas, muchas de ellas niños. Esta vez la OTAN actuó por fin. Superando la continua resistencia de la cúpula de la ONU, de algunos dirigentes europeos, el presidente Clinton autorizó una campaña de bombardeos para reducir  y eliminar la resistencia serbia. Medidas que llegaron tarde, pero que funcionaron.

 Este macabro acontecimiento nos los cuenta también de una manera implacable y fehaciente la película-Sbrenica, beyond reasonnable doubt, de Mina Vidakovic, donde podemos ver cómo separaban los hombres de las mujeres, jóvenes y viejos, adolescentes, familias enteras, y cómo, aunque dirigidos por un solo hombre, decenas de otros ejecutaban las órdenes suscitadas por la locura del odio étnico.

Tanto la sentencia del Tribunal de la Haya como la reciente resolución del Parlamento de Serbia dan la sensación de que lo que pretenden es  borrón y cuenta nueva, y así se puedan agilizar las negociaciones para una futura adhesión de Serbia a la Unión Europea, Todo sea por la política, a la cual deben quedar subordinadas las razones éticas. Mas para todos aquellos que tienen familiares asesinados en este genocidio, cometido en las mismas entrañas de Europa, tanto la sentencia, como la resolución del Parlamento serbio, no sirven para reparar tanta muerte, tanta masacre, y tanto sufrimiento.

Cándido Marquesán Millán

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