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La incoherencia de la Conferencia Episcopal

 

                       

 

 He hecho en numerosas ocasiones el firme  propósito de no inmiscuirme en temas relacionados con nuestra jerarquía eclesiástica. Mas, en alguna ocasión, ante comportamientos tan sorprendentes e incoherentes de nuestros obispos, no tengo otra opción que incumplir mi promesa. Ahora me vienen a la memoria unas palabras que me dijo tiempo ha, un sacerdote católico amigo, extraordinariamente consecuente con su ministerio, además de muy inteligente, que se hace mucho más daño al iglesia católica desde dentro que desde fuera.  De verdad, que resultan muy pertinentes en estos momentos  en los que la Conferencia Episcopal  acaba de señalar, por medio de su portavoz, el jesuita Juan Antonio Martínez Camino, caracterizado por su espíritu dialogante y ánimo conciliador, que los obispos no van a excluir a su Majestad, el Rey,  del Sacramento de la Sagrada Eucaristía, por el hecho de estampar su firma a la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, más conocida como Ley del aborto, que permitirá su publicación en el Boletín Oficial del Estado. En cambio, si que se van a ver excluidos de tal privilegio los diputados y senadores que han votado la polémica Ley. Todos ellos están fuera de la comunión eclesial, entre otros, el presidente del Congreso, José Bono, católico confeso. Tratando de justificar lo injustificable,  Martínez Camino ha señalado ante un grupo de periodistas que es muy diferente el decir sí en una votación por parte de los representantes de la soberanía popular, a estampar la firma por parte del Rey. Indicó que Su Majestad el Rey tenga que sancionar con su firma una ley es una situación única. No hay ningún otro ciudadano que se encuentra en esta situación. Por lo tanto, no son posibles los principios generales para una situación única. Por ende, va a quedar excluido del castigo eclesial su Majestad. No se va a producir el enfrentamiento Trono-Altar. Como otras veces, los obispos nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Naturalmente que es conditio sine qua non el voto afirmativo de los representantes de la soberanía popular a la hora de aprobar una Ley, pero también es imprescindible la sanción  del Rey, ya que si se   negará  a sancionarla, no entraría en vigor, tal como señala el artículo 91 de nuestra Constitución: El Rey sancionará en el plazo de quince días las leyes aprobadas por las Cortes Generales, y las promulgará y ordenará su inmediata publicación. Lo que sí podría hacer el  rey, si tuviera algún problema de conciencia, es actuar como hizo el rey Balduino de Bélgica en 1990 que dimitió durante 36 horas, aduciendo razones morales, para no sancionar  la Ley de despenalización del aborto. No creo que se produzca tal circunstancia en España. Por ello tan culpables son los unos, como el otro a la hora de la aprobación de la Ley. Es tan claro como el agua cristalina.  Mas a pesar de todo, los obispos a lo suyo, para no plantearle un problema a su Majestad hacen una excepción a la regla. Tampoco deberíamos extrañarnos por esta actuación, ya que siempre en este nuestra querida España se ha dado una profunda conjunción y armonía entre ambas instituciones: Iglesia-Monarquía. Cabe recordar cómo se opusieron a la República en 1931 numerosos obispos. Entre ellos estaban el cardenal primado y arzobispo de Toledo, Pedro Segura, y el obispo de Tarazona, Isidro Gomá. El día después de la proclamación de la República, el obispo Gomá escribía al cardenal Vidal i Barraquer el siguiente comentario sobre el destronamiento del rey: “No me cabe en la cabeza la monstruosidad cometida. No creo que haya ejemplos en la historia, con ser tan copiosa en ejemplos. Que Dios guarde la casa, y paz sobre Israel”. El 1 de mayo, el cardenal Segura publicó una carta pastoral, dirigida no sólo a sus diocesanos, sino a todos los obispos y fieles de España, en la que hacía un cálido elogio del destronado rey, Alfonso XIII, que, “a lo largo de su reinado, supo conservar la antigua tradición de fe y piedad de sus mayores". El ensamblaje Trono-Altar ha sido una constante en nuestra Historia. Mas  lo que parece incuestionable, por lo que se deduce de las palabras de Martinez Camino es la falta de coherencia por parte de nuestros obispos actuales. Pero esta falta de coherencia podemos comprobarla en otras muchas actuaciones eclesiásticas. El distinto rasero a la hora de resolver las solicitudes de la nulidad del sacramento del matrimonio. Si es un obrero lo tiene harto complicado. Es muy fácil si es un poderoso con dinero: artistas, banqueros, políticos…

La institución católica se está equivocando y, además, lo sabe. Da la sensación que sus intereses son  más políticos que espirituales. Así se hace un flaco favor al mensaje evangélico. Por ello, que no se extrañen nuestros ínclitos obispos que las iglesias estén cada vez más vacías  y con muchos menos jóvenes,, aunque ya dudo si de verdad esta gravísima circunstancia les importa mucho. Quiero acabar con las mismas palabras  con las comencé estas breves líneas. Se hace más daño a la Iglesia desde dentro que desde fuera. ¡Qué listo era aquel sacerdote amigo! Por cierto, ha dejado de serlo hace ya bastantes años.

 

Cándido Marquesán Millán

1 comentario

Anónimo -

pero que pasa quienes son los obispos para eximir Juan C.Borbon como hombre que de esto se trata para eximirlo