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Seamos corruptos, es incluso bueno

Los resultados electorales en esta nuestra querida España para el Parlamento europeo, me sugieren a vuela pluma unas breves reflexiones. El incremento de la abstención- producto de una campaña bronca, en exclusiva clave nacional, y sin referencia alguna a Europa- con respecto a las anteriores elecciones europeas no se ha producido, ya que las cifras de participación han sido prácticamente las mismas. Ha ganado sin paliativos el PP, y ha perdido el PSOE. Podrá parecer una tautología innecesaria, mas no lo es, si tenemos en cuenta lo acontecido en elecciones anteriores, en las que la fuerza política perdedora se negaba a aceptar su derrota y a reconocer el triunfo del partido contrincante. Insisto, ha ganado el PP, por lo que debe ser felicitado, y ha perdido el PSOE. Es así de simple el funcionamiento del sistema democrático. Y ha ganado el PP y ha perdido el PSOE, porque el pueblo soberano lo ha decidido así, por las razones que le hayan parecido oportunas; como lo ha hecho ya en situaciones anteriores. Parece claro que la crisis económica, con los 4 millones de parados, y bien que lo han aprovechado los populares, es motivo más que suficiente para explicar el retroceso de los socialistas.  No puede decirse, cuando los resultados nos son desfavorables, que el pueblo español se ha inclinado por determinada opción política como consecuencia de una burda manipulación de no se sabe quién. El pueblo vota a quien le place, y porque quiere. Y quien no lo acepte, o no lo haya aceptado que no pretenda llamarse demócrata. También este último juicio es tan diáfano como el agua clara.

Dicho lo cual con total contundencia, para que nadie se llame a engaño, hay un aspecto de estas elecciones que me ha sorprendido sobremanera, y que me ha producido un profundo malestar. Son los resultados electorales de las Comunidades Autónomas  de Valencia y de  Madrid. Entraba dentro de lo previsible, además de lo razonable que el caso de corrupción Gürtel, que  ha provocado destituciones y dimisiones de importantes cargos políticos del PP en la Comunidad de Madrid; y el de Carlos Fabra y la imputación de Camps en la Comunidad Valenciana, tendría algún reflejo negativo en los resultados electorales dentro de las filas de los populares. Y no ha sido así. Es más, han salido reforzados en relación a elecciones anteriores. En la C. V. en las elecciones europeas de 2004  al PP le votaron 868.948 (49,72%), en las de 2009 ha llegado a la cifra de 981.482 (52,30%). Es decir 112.534 valencianos más; desglosados por provincias así: Valencia con 68.000, Alicante con 35.000, y Castellón con unos 9.000. En la Comunidad de Madrid más de lo mismo, aunque no de una manera tan acentuada. En 2004 a los populares les votaron 1.088.712 (49’54%), y en 2009 1.104.318 (48,61%). O lo que es lo mismo, 15.600 votantes nuevos. Aquí el PP tampoco paga los escándalos del caso Correa o del espionaje. El PSOE está a 12 puntos por debajo. Un ejemplo contundente: en Pozuelo, cuyo alcalde del PP además de dimitir, está imputado, los votos populares han llegado al 62%, con más de 40 puntos de ventaja.

Estos datos me parecen de tal gravedad, como para hacernos pensar a todos un poco. A un importante colectivo de ciudadanos, parece que les importa poco o nada en absoluto a la hora de votar a un partido, el que algunos de sus  miembros destacados estén en situación de imputados, e incluso acusados en casos de corrupción. Cabe entender que si les han votado habrán tenido en cuenta otras razones de más peso.  Pero es que, por si todavía no fuera bastante grave está circunstancia, es que los populares no sólo no han sido castigados es que han salido reforzados, por lo que, visto lo visto, a partir de ahora, las ejecutivas de los partidos políticos cara a futuras elecciones, podrían barajar la posibilidad de la conveniencia de que destacados miembros de su partido estuvieran incursos en casos de corrupción. Metidos ya en esta dinámica, podría ser recomendable la siguiente estrategia. Seamos corruptos. Lo más factible es que salgamos inmunes. En el caso de que alguno de los nuestros sea imputado o acusado  por el poder judicial, organizamos una campaña con el apoyo incondicional de determinados medios de comunicación adeptos a  nuestra causa, tocamos a rebato a todos nuestros militantes del  partido, con el argumento de que todo es producto de una burda confabulación de nuestros enemigos para atacar a nuestro partido, dirigida  por los inquisidores y Torquemadas del siglo XXI, y así conseguimos movilizar fuertemente  a todo nuestro electorado. La jugada es maestra. Aquí de lo que se trata es de ganar las elecciones. El fin justifica los medios. Si para alcanzar este objetivo, cuestionamos y propiciamos  un daño irreparable al poder judicial, uno de los pilares del Estado de Derecho. Esto no importa. Que la corrupción se esté convirtiendo en una práctica generalizada, al no ser castigada como debiera y que por ende, una parte importante de la ciudadanía se muestre cada vez más desconfiada hacia la clase política. Tampoco importa.  Nada nuevo bajo el sol. Ya lo dijo hace tiempo el Conde Romanones: Para conocer a fondo todas las miserias humanas, nada más eficaz que la vida política.

 

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

 

 

2 comentarios

Ángel -

Creo que hay pocas cosas tan lamentables, como ver reincorporarse a su puesto de concejal(recién salido de la cárcel), al impresentable ese de La Muela. Y sabemos que si la Pinilla se presenta de nuevo, ganará.
Sucedió con Gil y con tantos otros, y los hay de todos los colores

Oscar. -

Parece mentira que te des cuenta de lo que sucede. Nada nuevo bajo el sol y nada diferente de lo que sucedía a fines del XIX.

Es tan simple como que los votos se compran. Habrás leído hoy a Fabra, imagino. "A la gente no le importa la corrupción, a la gente le importa llegar a fin de mes".

Uno de los mayores vícios de la política es entenderla como una agencia de empleo y de colocación. Hay partidos y personas que lo bordan. Comprar lealtades, se llama. ¿Y con qué lo hacen? Pues con el presupuesto público.