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Lo de Mestalla era previsible

En los prolegómenos de la final  de fútbol de la Copa del Rey todos los amantes de este deporte nos hemos visto sorprendidos de no poder oír el himno nacional, ya que TVE interrumpió tal acontecimiento para llevar las cámaras a otros lugares carentes de interés. Mas en el colmo de los despropósitos, se emitió en diferido en el descanso del partido una versión edulcorada, con una manipulación clara al reducir el sonido y complementada con la imagen de un aficionado del Atletic, que con la mano en el pecho parecía estar ensimismado de fervor por la audición del himno nacional. Ignoro quién ha sido el responsable de tal decisión, mas lo que parece claro es que si lo que pretendía era evitar que a los televidentes nos pasara desapercibida la sonora pitada de los espectadores, catalanes y vascos, se ha cubierto de gloria.  Con tal acción se ha conseguido lo contrario de lo que se pretendía.

 

Entiendo que no es de recibo que desde las instituciones del Estado se pretenda ocultar la realidad que existe, tal como acabamos de contemplar con la censura ejercida desde TVE. Actuaciones como esta no son sino reflejo de épocas pasadas, y demuestran una desconfianza manifiesta hacia la madurez del pueblo español, que está muy por encima de su clase dirigente. Me parece la actuación de TVE vergonzosa. Para responsabilizar del desaguisado,  se ha tomado la decisión fulminante de  destituir el director de deportes de TVE. Es lo normal en  este país nuestro que a la hora de buscar un pagano siempre sea un mando intermedio, mas los auténticos responsables se van de rositas. Cualquier persona sensata piensa que tal acción había sido estudiada cuidadosamente desde niveles muy altos de mando. El que llegasen a la final el Barca y el Atletic supuso un auténtico quebradero de cabeza para los dirigentes de TVE, así como a otros importantes cargos políticos. Cabe pensar, en buena lógica, que tendrían numerosas reuniones para tratar de solucionar el problema, que seguro se iba a plantear. Por lo que parece, decidieron  torpemente. Nada nuevo bajo el sol.

 

             Como era de esperar también, desde numerosísimos medios de comunicación, partidos políticos, y de gente de la calle, la pitada de los aficionados presentes en el estadio de Mestalla, ha sido duramente criticada. No se han reparado en palabras a la hora de calificarla como improcedente y falta de respeto hacia España y su institución más representativa, como es la Corona. Se ha dicho también que lo sucedido en Valencia no es pensable que pudiera verse en países como Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia o Estados Unidos, donde la gente escucha el himno nacional con gran respeto. Lo que ocurra en Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia o Estados Unidos no debería importarnos. Lo que nos debe importar es lo que ocurre en España. Entiendo que cualquier ciudadano en un acontecimiento público es libre de poder manifestar su opinión, en este caso con la susodicha pitada. No faltaría más. O es que al sonar el himno nacional, y la llegada del rey todos deberíamos ponernos firmes, y profundamente emocionados lanzar nuestra mirada perdida hacia el cielo infinito. Respeto profundamente a todos aquellos que sientan estas profundas emociones. Como también a las de aquellos que muestren su repulsa ante determinados símbolos, que por lo que sea no se sienten representados ante ellos.

 

              Por otra parte, no hacía falta ser un experto sociólogo para prever lo que ocurrió. En determinadas Comunidades Autónomas, en las que están muy enraizados los nacionalismos periféricos, existen un importante colectivo de ciudadanos que no se sienten españoles. Lo que es tan legítimo, como aquellos que sienten lo contrario. El sentirse español no es una realidad metafísicamente incuestionable. Aquellos que no lo admiten así dan muestras de un profundo dogmatismo. En un aviso a navegantes, para evitar malentendidos, yo me siento español. Dicho lo cual, merecería la pena indagar las razones últimas del hecho que estamos comentando. Uno de los temas más graves en España es la vertebración territorial. No es nuevo, hace mucho tiempo que revolotea sobre nuestras cabezas. Algunos ilusos pretenden obviarlo, empero, está aquí y ahora. Como también lo estuvo antes. Así lo constataron conspicuos analistas políticos como: Ortega y Gasset o Manuel Azaña. Todos a la hora de abordarlo deberíamos hacerlo con ciertas dosis de sensatez y equilibrio. Como tampoco nos vendría mal el mirar hacia atrás, a nuestro pasado. Los nacionalismos vasco y catalán surgieron a finales del siglo XIX, como respuesta al centralismo español. Cobraron fuerza en tiempos de la II República. Fueron perseguidos por el régimen franquista. Y con la llegada de la democracia, los ponentes de la Constitución de 1978, idearon el Título VIII de la Constitución, con la finalidad de encauzar las aspiraciones de los nacionalismos periféricos, sobre todo el vasco y catalán, aunque también el gallego. No consiguieron su objetivo, ya que este cauce parece resultarles estrecho, ya que  estos 2 nacionalismos tras gobernar en sus comunidades desde la restauración de la democracia, durante estos 25 años han estado llevando políticas de nacionalización de su población, fomentando sus propias identidades. Y han tenido éxito. En Cataluña y el País Vasco es mayor hoy el número de habitantes que al inicio de la democracia,  que se sienten solo vascos y catalanes Es esta la realidad, nos guste o no, y con ella debemos apechugar. O en el lenguaje orteguiano conllevarlo.

 

 En contrapartida, desde la instauración de la democracia el hablar de nación española no parecía estar bien visto, como consecuencia del uso y abuso que hizo el franquismo de la palabra nación española. Muchos padecimos aquella horrenda asignatura de Formación del Espíritu Nacional. Mas esa nacionalización era tan agresiva como grosera; ya que era forzada, brutal y basada en la anulación y aplastamiento de media España. Esa nacionalización se basaba en sublimar todo un conjunto de acontecimientos y personajes: Numancia, Viriato, Recaredo Pelayo, Covadonga, Reconquista, Santiago Matamoros, el Cid, Guzmán el Bueno, los Reyes Católicos, Lepanto, Pavía, el Alcázar, Marcelino, Pan y Vino.... De ahí, como señalan Sebastián Balfour y Alejandro Quiroga, que se haya popularizado el uso de el “Estado español” en lugar del de España, con resultados en ocasiones absurdos, ya que se ha llegado a afirmar lo siguiente: 60 millones de turistas extranjeros se bañaron en el año 1996 en el “Estado español”.. Tal ha sido la presión desde los nacionalismos periféricos que ha llegado a calar que España es solo un Estado y no una nación, ante lo cual , ¿en qué situación quedan regiones como Extremadura o la Rioja? Un ofendido periodista se quejaba de que los nacionalistas vascos y catalanes quisieran privar de nación a muchas regiones españolas al negar a España de tal condición. Con la instauración de la democracia no se ha hecho nada o muy poco por nacionalizar, por fabricar españoles. En cambio, con la implantación del Estado de las Autonomías, en muchos lugares de Estado español, lo han tenido muy claro, y lo que se ha hecho desde los poderes públicos, es nacionalizar a las masas, mas no para fabricar españoles. Esta ha sido la realidad.

 

 

Cándido Marquesán Millán

 

 

 

 

           

 

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