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¿El nuevo PP?

           

 

 

 

Este fin de semana pasado el congreso del PP ha merecido la atención de los principales medios de comunicación del país, ya que en buena lógica, todo lo relacionado con el liderazgo del principal partido de la oposición, es cuestión de suficiente calado para el presente y el futuro del país. Mi única pretensión es exponer algunas reflexiones sobre este evento.

            Nada más producirse la derrota de los populares en las elecciones del 9-M, se puso en marcha una campaña, sin precedentes en la historia reciente de nuestra democracia, para desbancar a Mariano Rajoy. Nada mejor para conocer a fondo las miserias humanas que la vida política. Desde poderosos medios de comunicación, encabezados por El Mundo  y la COPE, con el apoyo incondicional de personajes destacados entre los populares, como Esperanza Aguirre, José María Aznar,  Ángel Acebes.. se maquinó una conjura para desbancarle. ¡Qué bien se preparó todo! Las dimisiones estaban programadas. Un día era Eduardo Zaplana, otro era Ángel Acebes, al siguiente María San Gil… Mientras tanto, desde las primeras horas de la madrugada el pequeño talibán de sacristía y el director del gran periódico, paradigma de la investigación, calentaban el ambiente. El objetivo era que no llegase vivo al Congreso. Como no podían provocar su dimisión, se acuñó el término de que sería un Congreso a “la búlgara”. Han sido tantos y tan ruidosos los ataques que ha recibido Mariano, que cualquiera en su lugar hubiera dimitido. Mas ha mostrado un temple y un coraje, que me ha impresionado. Tengo la impresión de que Rajoy debía conocer  las siguientes palabras del Conde Romanones: Quien no sabe salir de las dificultades, quien carece de recursos para hacer frente a los momentos graves y difíciles, quien carece de sentido práctico, no pretenda ser gobernante.  Sus opositores al constatar que llegaba vivo a la ciudad del Turia, tuvieron que cambiar de estrategia. Todavía intentaron que se produjera la dimisión. Las intervenciones de Acebes, Mayor Oreja y Aznar fueron durísimas. Todos ellos insistieron en que Mariano había traicionado los principios del PP, y por ello remarcaron la ausencia de María San Gil.

            Había hecho el firme propósito de no dedicar una línea a la figura de D. José María Aznar después de la foto de las Azores. Mas, me tomo la licencia de hacer una excepción, ya que estas deslavazadas líneas van a ser leídas por muy pocas personas. Tras ser transportado por un avión de un empresario guatemalteco, se presentó en medio del Congreso interrumpiéndolo para sentirse protagonista. Saludó fríamente a Rajoy. En cuanto al discurso vale más no mentarlo. No dijo nada nuevo, que no hubiera previsto cualquier novato analista político. Estuvo por encima del bien y del mal. Impartió doctrina. No se disculpó por haber metido a nuestro país en la Guerra de Irak.  Los discursos sin contradictor, en realidad no son discursos, sino sermones: sermonear es más fácil que discutir, porque es sólo dogmatizar. Después de haber dicho lo que le pareció oportuno, se largó para hacer turismo en la ciudad de Valencia, sin esperar a escuchar el discurso de Rajoy. Tal actuación es de una indignidad, y más todavía en alguien que es el Presidente de honor del partido.

            Al producirse el triunfo de Rajoy en el Congreso, con un aceptación del 84% de los compromisarios, los medios de comunicación antimarianistas, tuvieron que cambiar el mensaje. Al no servir ya  el término de Congreso a la “búlgara”, tuvieron que  titular: Nunca hasta ahora en un Congreso del PP se habían producido tantos votos en blanco. Rajoy ha tenido muy claro que el que sabe esperar en política tiene ya parte del triunfo conseguido y que una vez alcanzado este, llegará la posibilidad  de desquitar y castigar a los enemigos. De esta máxima debiera tomar buena cuenta Dª Esperanza.

            La política es una batalla continua. En ella no hay que temer a los golpes que se reciben, ni tampoco a devolverlos con la mayor violencia cuando llega al caso. Tengo la impresión que Rajoy ha ganado la primera batalla política, aunque no la guerra.  Sus enemigos poderosos seguirán al acecho. Están encabronados. Los ataques en las ondas radiofónicas de la COPE y en los titulares del periódico “El Mundo” cada día son más crueles.

            Todos los que nos sentimos progresistas, hemos dicho en numerosas ocasiones que para el buen funcionamiento de la política española, resultaba imprescindible una derecha moderna, equiparable a la francesa o alemana. Entiendo que este es el propósito de Rajoy, con el cambio de personas y de mensajes. Conseguirlo será tarea ardua y compleja. Por lo menos, así yo lo veo.

 

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