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Pakistán al bordel abismo


El mundo vuelve a ser golpeado por un asesinato político terrible. El de Benazir Bhutto, en un mitin celebrado en Rawalpindi, a dos millas de donde su padre, primer ministro Zulfiqar Ali Bhutto, fue ahorcado por otro dictador militar hace 30 años. La tragedia de la Familia Bhutto - sus hermanos también fueron matados, uno envenenado, otro de un tiro, y su marido gastó siete años en la prisión. En cuanto a los posibles culpables se barajan varias posibilidades, ninguna de ellas totalmente descabellada. Desde la mano de fundamentalistas islámicos, a los servicios secretos del Estado pakistaní. Musharraf culpó por el atentado a grupos terroristas, y decretó tres días de duelo nacional. En tanto, simpatizantes de la líder señalaron al gobernante como el autor intelectual del atentado.
Sean ciertas o no tales acusaciones, es innegable que el presidente paquistaní tiene una importante cuota de responsabilidad en el asesinato de Bhutto. Determinadas acciones de su gobierno, como el sangriento asalto a la Mezquita Roja de Islamabad, ocurrido en julio pasado, o la imposición de un estado de excepción en noviembre, supuestamente para completar la “transición democrática” en ese país, han propiciado unas condiciones de violencia que alcanzan niveles como el registrado ayer en Rawalpindi. Por cierto, el hecho de que el atentado contra Bhutto se haya llevado a cabo en una localidad percibida por la población como segura y con una fuerte presencia militar sólo pone de manifiesto la inoperancia o negligencia de un gobierno de mano dura, como se ha presentado el de Musharraf.

Responder a qué podrá ocurrir en el futuro lejano es complicado. En cuanto a la situación actual, ya la estamos viendo, grandes manifestaciones y revueltas populares de los partidarios de Bhutto, atacando bancos, comercios, comisarías de policía. La respuesta del gobierno de Musharraf ha sido contundente para evitar las alteraciones del orden público. También se habla de que la Comisión Electoral en breve comunicará el retraso de las elecciones que se iban a celebrar en los primeros días de enero.
La muerte de Benazir Bhutto sólo exacerba los muchos problemas de Pakistán. Su desaparición ha dejado un enorme vacío político en el corazón de este estado nuclear, que parece resbalar en el abismo de violencia y el extremismo islámico. La pregunta de qué pasará después es casi imposible contestar, sobre todo en un momento cuando Bhutto ella misma pareció ser la única respuesta para los problemas de su país, ya que ella era un gigante político en una tierra de pigmeos políticos y acólitos de los militares. Benazir Bhutto y su Partido Popular de Pakistán(PPP) eran los únicos, en una República islámica, impregnados de una cultura política, secular y democrática, capacitados para encontrar un mínimo de estabilidad política, a través de un gobierno representativo que el ejército pudiera aceptar y no trabajará para minar, y de abordar el extremismo que se extiende en el país. Bhutto tenía la pretensión de modernizar a esta nación de 165 millones de personas. Sus partidarios se mostraban vehementemente en contra del ejército y el extremismo islámico. En las semanas pasadas, ella públicamente había atacado a los extremistas talibanes - algo que Musharraf no se había atrevido hacer, a pesar de toda su bravuconería y afabilidad con el Presidente Bush desde los ataques del 11 de septiembre de 2001. Con Bhutto desaparecida, no hay nadie que puede jugar tal papel. Independientemente de sus defectos, fue valiente, mundana, secular, demasiado sabia; llevaba la política en la sangre, amaba su país y por él dio su vida. Ella sabía su destino, mas decidió asumirlo, como lo habían hecho ya sus familiares.
En el futuro de Pakistán tendrán mucho que decir los Estados Unidos, no en vano, este país ha sido usado por Washington como base de sus operaciones militares. Pakistán ha sido la pista desde donde Bush dirigió el exterminio del régimen talibán en Afganistán, un país con el que comparte fronteras extensas y permeables. En Islamabad se puso al general Musharraf, un muñeco que dio un golpe de Estado para que los ejércitos imperiales pudieran trabajar sin molestias en esa zona estratégica. Así, mantienen a raya los brotes talibanes y, sobre todo, a sus vecinos indios del sur, que siempre han sido una guinda un tanto indigesta para el estómago norteamericano. En Washington no aprenden. ¡Mira que son torpes! No debemos olvidar que antes armaron, financiaron y agasajaron a Osama Bin Laden para que luchara contra los soviéticos en Afganistán y ya sabemos cómo terminó esa historia de amor. Hicieron lo mismo con Sadam Hussein, que se fotografiaba con Donald Rumsfeld cuando gastaba sus armas -incluidas las químicas- contra los iraníes en el sur y los kurdos en el norte y que ya sabemos que terminó colgado de un poste por los liberadores de Bagdad.
Así los E.E.U.U. escriben y siguen escribiendo la historia de la humanidad durante su efímero y desastroso dominio imperial, en el que tienen el planeta incendiado y siguen a todo fuego. Ahora su héroe es Musharraf, en cuyas mismas barbas asesinaron a la bella Benazir, una heroína que volvió a su país a inmolarse. El imperio, sigue incendiando el planeta, arrastrando en su caída a todos los países y a todos los pueblos. Más temprano que tarde tendrán que deshacerse de Musharraf y quizá para entonces tengan que invadir Pakistán y restaurar su democracia tal como brillantemente hacen hoy en Bagdad.

Cándido Marquesán Millán



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