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El catolicismo social en algunos pueblos de la Comarca del Bajo Martín

 

El siguiente artículo va a tratar sobre algunas instituciones del catolicismo social, que se desarrollaron a comienzos del siglo XX en algunos pueblos de la comarca del Bajo Martín. Previamente  a  su aparición, voy a tratar de definir el concepto de catolicismo social.  De una manera muy sencilla en una primera aproximación, podría decirse que es la respuesta de la iglesia católica a la problemática social, surgida como consecuencia de la Revolución Industrial. Estaban, cada vez más, proliferando las doctrinas socialistas y anarquistas; ante las cuales la Iglesia católica no podía permanecer impasible; ya que de lo contrario, una parte de la sociedad la iba  a perder para siempre. Había que hacer algo. Ese algo hecho es el catolicismo social.

Para Duroselle[1] el catolicismo social se trata en primer lugar de un movimiento ligado al surgimiento de la nueva sociedad industrial:

 

“El catolicismo social nació—afirma Duroselle—cuando se operó la síntesis entre dos nociones: la del problema obrero, de carácter económico; la del progreso, de carácter intelectual. Ligar el progreso social a la mejora de la suerte de los obreros, creer que el advenimiento de una era de felicidad para las clases populares es el verdadero fin de la evolución humana, tal es el descubrimiento esencial”.

En segundo lugar, es preciso distinguirlo de movimientos afines, tanto de los socialismos utópicos de base cristiana, como de los múltiples movimientos católicos con fines más o menos benéfico-caritativos, pero no estrictamente sociales. No basta una coincidencia de fondo con los valores cristianos, es preciso descubrir una militancia explícita, una vinculación expresa entre las ideas sociales y las cristianas, y un deseo de dar testimonio de fe, para hablar de una actitud o manifestación católico-social. Por ello excluye Duroselle los socialismos utópicos.

Por último la actitud católico-social implica una nueva conciencia del problema social como algo más que un problema de beneficencia y caridad. Es el lento proceso que lleva a descubrir las exigencias de la justicia, además del deber moral de la caridad.”

 

Uno de los mayores especialistas del catolicismo social en España, J.R. Montero2dice entre otras cosas sobre este movimiento que:

 

su característica fundamental, fue la de ser un movimiento dialéctico. En otras palabras, surge como consecuencia de la toma de conciencia contradictoria que realizan los elementos afectados por el cambio social y político en la España del primer tercio de siglo, en especial por la praxis proletaria..”

Existe una vinculación del catolicismo social español con los partidos políticos de la II República, Acción Popular y la C.E.D.A.  ...

Algunos sectores de la Iglesia española y de la pequeña burguesía intelectual de corte católico sintieron la necesidad de contrarrestar la “carga social” que el país iba peligrosamente adquiriendo por sus transformaciones estructurales y organizativas obreras...

Por ello era necesario crear organismos sindicales para recoger a los trabajadores y campesinos todavía no ganados por las sindicales socialistas y anarquistas, en un intento de anular, con las influencias del cristianismo, sus perspectivas revolucionarias.

Necesidad de modelar unas élites que, al par que impulsen el programa católico social, lo difundan por la península. De ahí el surgimiento de: la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, la Acción Católica y el Grupo de la Democracia Cristiana.

Necesidad de crear partidos católicos de masas que, dando nuevas ínfulas a los caducos partidos turnantes, superen las escisiones entre católicos y alcancen el poder. Los intentos quedaron sólo en eso.

´Las intenciones básicas del catolicismo social fueron; beligerancia católica en lucha contra el socialismo-anarquismo; identificación de la Iglesia con el orden burgués y la correlativa defensa de éste por aquélla, el miedo y el egoísmo de clase. Sobre estas intenciones básicas se desplegará toda una ideología.

Los católicos sociales españoles destacaron por su escasa prestancia intelectual. Muchas veces se limitaron a sustituir los razonamientos por la mera transcripción de los textos papales, que se repetían constantemente, adscribiéndoles un extraño poder taumatúrgico, como si de su reiteración surgiría por ensalmo la solución al problema social. Además llevaron a cabo una instrumentalización ideológica de las encíclicas; para legitimar o deslegitimar cualquier situación del orden imperante se usaban altisonantes  párrafos, en lugar de un discurso racionalmente bien construido.

El ideario católico social no pasó de ser un intento de sistematizar las causas y remedios del problema social, intento siempre acompasado por el embate de sus enemigos y, desde luego, por la pobreza de sus formaciones ideológicas.

El punto de partida de los católico-sociales es una visión apocalíptica del problema social. Hay que reaccionar. La acción es la lucha, ya que nos hemos dormido. Los católicos deben ser auténticos soldados, enfrentados a muerte a los enemigos. Hay una concepción maniqueísta. Los malos son socialistas, comunistas, libertarios, anarquistas, ateos y burgueses liberales. Frente a ellos la Iglesia debe desplegar todas sus potencialidades. Los enemigos de la Iglesia pretenden acabar con la civilización actual, y los pilares que los sustentan; la familia, la religión, la propiedad y la sociedad. Ante semejante peligro no podemos quedarnos de brazos cruzados. La religión es donde debemos buscar la fuerza para combatir a estos colosales enemigos. La religión debe impregnar todo, incluso lo social. Lo social es iluminado por la religión, que dicta normas y preceptos en orden a su buen funcionamiento.

Determinados sectores de la burguesía se verán acogidos en el catolicismo social. Dicen que lo que está en peligro, no es el futuro individual de las personas, sino los valores religiosos y espirituales, el tesoro de la familia, el legítimo concepto de propiedad.

Una vez reconocidos los enemigos, Angel Ayala, señala que el origen del problema social radica en el concepto materialista de la vida que impera en los medios proletarios; las injusticias son sus inmediateces. Para comprobar esto, podemos observar que el proletariado, por sus intereses materiales, no se satisface nunca con el jornal que tenga. El hombre debe volver los ojos hacia el fin sobrenatural, que se alcanzará en la otra vida. Hay cuestión obrera porque hay pecado, porque hay infracción de las leyes morales.

Definida la cuestión social, como cuestión religiosa. El remedio es claro, la religión. Se pueden usar varios mecanismos motores; Interiorizar en los estratos más desfavorecidos de la sociedad lo insalvable de su condición, lo cual se lograría tras procurar mantener y fortalecer el orden íntimo que Dios ha establecido en la naturaleza humana, y con la enseñanza, la práctica y las doctrinas del Evangelio.

Estas enseñanzas apoyan el intangible principio de la jerarquía social sobre la base de la propiedad, que se dice intrínseca a la naturaleza humana, puesto que así ha sido impreso este orden por el Creador, cualquier intento de romper el orden establecido es ir en contra de Dios. Claro que todo esto se mueve por unos ámbitos inaccesibles para las masas. El camino para llegar a ellas es recristianizar la sociedad, inculcándoles unos determinados valores; sobriedad, mortificación, amor al trabajo. Las medidas precedentes no iban a la raíz del mal, ya que transformando la mentalidad de los oprimidos, no se transformaban las situaciones que les oprimen. Hay que hacer unas reformas mínimas, que hagan desaparecer la lucha de clases, mediante algunas limaduras dentro de las aristas del sistema capitalista.

Uno de los temas más importantes en las disquisiciones ideológicas del catolicismo social es el de la propiedad. Hay que defenderla, el pensamiento conservador reemplaza el binomio aristocracia-pueblo, por la nueva relación propietario-proletario. Sacralizan la propiedad por voluntad divina, porque lo dice la doctrina vaticana y porque sirve para la realización de la intimidad del propietario, aunque añaden la función social de la propiedad, lo cual significa, según Severino Aznar, el que gracias  la función social de la propiedad, los católico sociales defienden la propiedad privada contra los socialistas y las limitaciones del derecho de propiedad contra los absolutistas del individualismo económico. La propiedad privada sirve al propietario para que realice sus fines personales, pero, de ahí su función social, debe servir para el bien común.

Angel Ossorio dijo: “el rico tiene la riqueza, no sólo para su personal regodeo, sino para contribuir a la utilidad general”. Pero eso se quedó en mera declaración de principios muy bonitos, pero sin ninguna aplicación práctica.

Para acabar de definir esa funcionalidad social de la propiedad, los católico sociales dijeron: “ los socialistas están abocados por sus programas a hacer desaparecer la propiedad y anular los propietarios, en lugar de eso, se ha de honrar la propiedad particular, tratando de que sean muchos los propietarios, y así realizaremos una democracia propietaria”.

 

            Javier Tusell3señala que lo que caracteriza el catolicismo social es su preocupación por las clases humildes, Nacido con posterioridad al liberalismo católico, tiene una connotación política al principio radicalmente contrapuesta: el catolicismo social nace en círculos legitimistas precisamente como oposición a un mundo liberal que se considera causante de la triste condición de las clases humildes. Es este tipo de pensamiento y sus realizaciones en distintos países (Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos...) el que fundamenta la encíclica Rerum Novarum, de la que se puede decir que propiamente no era muy original, pero que tuvo la gran virtud de “haber provocado un esfuerzo de reflexión” entre los católicos acerca del tema, sobre todo entre aquellos en los que la preocupación social nacida espontáneamente había sido muy escasa o mínima( tal es el caso de España ). Con base a la Rerum Novarum, y también a declaraciones pontificias posteriores, se elaboró toda una doctrina social católica y corporativista, presentada como una solución intermedia entre el liberalismo y socialismo.

 Vistas y comentadas estas definiciones de catolicismo-social por los grandes especialistas en la materia, pasamos a mostrar la problemática social  a fines del XIX y el primer tercio del siglo XX en España, y cuáles fueron las distintas respuestas de la Iglesia católica española para tratar de contener la cuestión social.

La historia europea que acaba en la II Guerra Mundial ha solido subsumirse en las vicisitudes de la cuestión social. Entendida esta como el conjunto de antagonismos permanentes entre la burguesía y las clases trabajadoras.

También en España a comienzos del siglo XX la cuestión social fue tema preocupante. El país va adquiriendo a pasos agigantados, que no es solo estructural- ascenso de la producción, formación de grandes empresas, tendencia al oligopolio, incremento de la población activa industrial en las ciudades, etc.-, sino que además, se percibe un aumento de las actitudes reivindicativas de las organizaciones sindicales obreras. En 1910 hay un diputado socialista en las Cortes. En 1911 aparece la C.N.T a nivel nacional. La U.G.T. tiene en 1912,  364 secciones y 147.729 asociados. Comenzaba a cundir una conciencia de peligro en las otras clases sociales, entre las que se abre paso la creencia de una inminente destrucción del orden establecido.

El régimen canovista es incapaz de encauzar toda esta creciente carga social. No obstante se ve obligado a crear el Instituto de Reformas Sociales o algunas leyes de contenido social. Los políticos de la Restauración comenzaron a preocuparse por todos estos problemas sociales, empezando por Canovas del Castillo.

La clase obrera española encontrará frente a sí, juntos el reaccionarismo y la represión del Estado y el egoísmo insensible de la patronal, de ahí el radicalismo de las reivindicaciones obreras que no conocen los países industriales europeos.

Cuando Angel Marvaud visitó España, en la primera década del siglo XX, le llamó la atención: “hasta que punto las cuestiones sociales se hallan en el primer plano de las preocupaciones del país.” La Iglesia tuvo que mojarse en este problema, como lo hicieron la totalidad de las clases y estratos sociales. Incluida como uno de los más poderosos aparatos ideológicos estatales, identificada a las líneas de conducta de la burguesía y de la aristocracia, se encontró sin ningún arraigo en los medios proletarios. El jesuita Francisco Peiró escribía en 1936:

 

“la masa trabajadora ha apostatado de la religión..Las otras clases sociales por el ambiente, por atavismo, interés, se conservan fieles a la religión... Por todo ello se comprende que la religión se haya convertido también en cuestión de clases... El clero se entregó a los ministerios con las clases acomodadas, que no le ofrecían dificultad, y descuidó el trato y cultivo de las clases populares.”

 

Por eso, cuando los primeros movimientos obreros sacudieron la tranquilidad de la Restauración, la Iglesia fue una de las primeras instituciones en sensibilizarse ante el peligro que estos entrañaban. La Iglesia vio el peligro de perder su situación de privilegio cerca del Estado y dentro del modo de producción capitalista. La potencial fuerza revolucionaria del proletariado agudizó la sensación de peligro de la Iglesia. Para evitar el peligro de la destrucción del orden social, crea la Iglesia el catolicismo social que, en el sentir de sus propagandistas no es otra cosa que “el espíritu del Evangelio en acción y su fuerza, mediante las dos virtudes reguladoras de las relaciones humanas: justicia y caridad.”

La encíclica “Rerum Novarum”, publicada en 1891, acrecentó aún más la oleada de escritos y el furor organizador de los componentes del catolicismo social, ante lo que los contemporáneos denominaron la “cuestión social.” Los análisis proponían, sin embargo, la regeneración moral y no la reforma económica. Un ejemplo de esta postura es la reflejada por el obispo de Orihuela, Maura y Gelabert, primo del político conservador Antonio Maura. Entre 1893 y 1901, Maura escribió nueve cartas pastorales sobre la cuestión social. Su descripción de la situación de los pobres mostraba que no se engañaba sobre sus lamentables condiciones de vida. La desigualdad clasista, constituía en su opinión, una especie de “sarcasmo sangrante lanzado a la cara del trabajador miserable, por la sociedad.”También era realista en su atribución de la violencia de los mal pagados y oprimidos, a su miseria económica. Sin embargo, su segunda carta se dedicaba a señalar la primacía de las ideas y valores, sosteniendo que todos los problemas socioeconómicos tenían en su origen problemas morales y religiosos. Las soluciones no radicaban en el cambio estructural, sino en el cambio del corazón y la comprensión. Había que luchar contra el positivismo y la falta de fe. Dado que, según el obispo Maura, no se podía acabar con la desigualdad, que era algo natural, lo que había que buscar era cómo evitar la desigualdad abusiva, alentando la justicia y la caridad entre los empresarios, y exigiéndoles que respetasen las enseñanzas respecto al nivel salarial y las condiciones de trabajo, contenidas en la Rerum Novarum. Al mismo tiempo que reconocía que los derechos de la propiedad privada no podían ser ilimitados, carecía de propuestas para redistribuir la propiedad y veía muy negativamente el socialismo. De hecho, en su sexta carta se mostraba ansioso por demostrar que la Iglesia era mejor defensora de los derechos de los trabajadores que el socialismo: a cambio de esa defensa, el obrero había de aceptar su condición social. En la obra de Maura, la Iglesia se mostraba como fuente de verdad en las cuestiones relativas a la propiedad, el trabajo y la organización social. Sus enseñanzas garantizaban el statu quo, criticando a la vez sus abusos, creados por el egoísmo y el error, y susceptibles de reforma por la conversión moral y la instrucción doctrinal.

Otro personaje importante de este primer catolicismo social es el padre Vicent, cuyo esquema doctrinal es fácilmente resumible. El mismo lo hizo en su obra “Socialismo y anarquismo” que pretende ser un resumen de las doctrinas de León XIII. En términos generales se puede decir que si la preocupación de carácter social era lo nuevo del planteamiento ideológico del padre Vicent, en cambio el trasfondo ideológico de toda su doctrina era muy tradicional.

En efecto, el padre Vicent parte de considerar la cuestión social como resultado de un proceso degenerativo a partir de un estado ideal, que ha llevado, primero, al protestantismo, luego, a la revolución francesa, para concluir definitivamente en el anarquismo. Dicho planteamiento no tiene nada de original. Palabras del padre Vicent son:

 

 “Con las ruinas ocasionadas por la dinamita de los anarquistas demostrará Dios que no se ultraja impunemente la ley divina, especialmente por los gobernantes, y de este modo el desorden moral vengará el orden moral, violado y ultrajado por los amigos de la revolución francesa, por los hombres del tercer estado.”

 

No se podía esperar un análisis social ni una acción social radicales, de un hombre que recomendaba a las mujeres adineradas, que no permitieran a las chicas del servicio salir de casa con vestidos indecentes o por encima de su posición, y aconsejaba a los obreros de las asociaciones católicas que se saludarán entre sí con un “Ave María Purísima”. La actitud del padre Vicent hacia los obreros es profundamente paternalista. En una especie de decálogo de las obligaciones del patrono, recomendaba, por ejemplo, que los capataces sean escogidos, encargando a las mujeres de confianza la vigilancia de los talleres de mujeres; la prohibición de las blasfemias y las conversaciones obscenas, la separación de sexos en las fábricas y en las horas de salida, etc. Tampoco legitima la huelga ya que sirve para que el obrero se entregue al ocio.

Los Círculos de obreros creados por el padre Vicent tenían fines religiosos, instructivos, recreativos y económicos. Entre los primeros estaba el de conservar, arraigar y propagar las creencias católicas, apostólicas y romanas. El fin instructivo era el de dar conferencias o clases. Los fines económicos no tenían nada de reivindicaciones. En efecto había socios que no son obreros, sino patronos y protectoras, “señoras que la junta directiva juzgue que merecen tal distinción”. En todo caso, el fin económico queda reducido a una serie de disposiciones de carácter cooperativo o de ayuda mutua: socorros para obreros enfermos, Caja de Ahorros y Monte de Piedad, tiendas de abastecimientos, cocinas económicas, etc. En 1895 el padre Vicent había conseguido que sus Círculos fueran 169 y el número de socios sobrepasaba el de 36.000, por la diócesis de Valencia, Tortosa, Barcelona y hacia el interior de la península. Ha sido considerado el padre Vicent como el verdadero patriarca del catolicismo social en España, no obstante debido a las características de sus Círculos, no podía servir para solucionar la problemática social de la clase obrera, lo cual él comprendió claramente. Unos meses antes de su muerte, se contaba la siguiente anécdota:

 

“Vino a visitarle en su lecho de muerte su ilustre colaborador don Manuel Simó. En la conversación salieron a relucir los años de campaña intensa por la fundación de los Círculos. El padre Vicent, con cierto amargor y desencanto en el rostro, tomando en la suya la mano del famoso orador, le dijo estas palabras: “¡Manolo, hemos fracasado!”

 

Lo más perdurable de la acción del padre Vicent son los Sindicatos Agrícolas, nacidos fundamentalmente de la necesidad de contar con abundante crédito:

 

”Hay absoluta necesidad de crear en España el crédito agrícola por medio de sindicatos. España es un país eminentemente agricultor y, sin embargo, la situación del país agricultor es deplorabílisima. Agobiado por los impuestos y cargas públicas, falto de capitales que le auxilien en la explotación del suelo, víctima de la plaga de usureros que le chupan la poca vida que le queda al agricultor camina rápidamente hacia la ruina.”

 

 Los fines económicos de los sindicatos agrícolas radican en la adquisición de aperos y máquinas agrícolas, así como de sementales; fomento agrícola a través de la adquisición de abonos y semillas; venta y conservación de los productos del campo y la agricultura; explotación y saneamiento de terrenos incultos y seguro de ganado. Los sindicatos agrícolas, además, tal como los imaginaba el padre Vicent debían ser mixtos, de patronos y obreros, y estar bajo la supervisión directora eclesiástica:

 

“No comprendemos la restauración sólida de la sociedad sin la intervención del sacerdote católico; por esto, los directores espirituales son los señores curas párrocos y los coadjutores son los secretarios de las Juntas. Y esto lo exige la naturaleza del estado sacerdotal, por ser la clase más proba y honrada de la sociedad.”

 

 Los fines benéficos de los sindicatos agrícolas son importantes y tienen el mismo tono paternalista que aparecía en los círculos.

Otra muestra de la creciente preocupación por los problemas sociales generados por la industrialización, fue la fundación en la mayoría de los seminarios españoles, en los primeros años del siglo XX, de cátedras de sociología, a instancias del congreso católico de Burgos de 1899. Del mismo modo se mostraba este interés social, tanto clerical como seglar, por la serie de seis conferencias, llamada Semanas Sociales, que tuvieron lugar con la participación episcopal, entre 1906 y 1912..

En 1893, el arzobispo de Valencia, Sancha, convocó, con la ayuda del padre Vicent, una Asamblea General de Círculos Obreros y Patronatos, de la cual surgiría en 1896, el Consejo Nacional de Corporaciones Católicas Obreras, el CNCCO. Vicent fue nombrado capellán de la nueva asociación nacional, y el marqués de Comillas, y su mano derecha, Carlos Martín Álvarez, se convirtió en el hombre más influyente, entre un importante número de marqueses, almirantes y generales, siendo nombrado presidente el duque de Sotomayor. En 1901, uno de los críticos mejor informado de Comillas, dentro del campo católico, el sacerdote asturiano Maximiliano Arboleya4, decía:

 

“A los obreros de nuestros Círculos se les habla de religión, de moralidad, de resignación, de sus obligaciones, que a veces se exageran un poco; pero casi nunca se les habla de sus legítimos derechos de forma concreta, de las injusticias de que son víctimas, de las obligaciones de los capitalistas...”

 

En los primeros treinta años del siglo, el debate dentro del catolicismo social, versó sobre cómo se deberían llamar a las asociaciones de trabajadores. Círculo fue poco a poco abandonado por el de Sindicato. Unos defendían que el adjetivo de católico estuviese en los nombres de todos los grupos; otros no les gustaba, no su composición católica, sino el trasfondo clerical y amarillo de la denominación confesional. Y si podía discutirse que los sindicatos fueran libres, en el sentido de renunciar a una confesionalidad clara, lo que no admitía discusión para un amplio número de católicos sociales, era su independencia y autonomía de los empresarios. El propio padre Vicent ya en 1906 defendía esta opción. Los sindicatos puros se convirtieron en la opción oficial en 1919, con la fundación de la Confederación Nacional de Sindicatos Obreros Católicos (CNSOC), que reconoció la legitimidad de la huelga si el proceso negociador fallaba, pero seguía aferrándose a la confesionalidad.

Estas resoluciones de 1919 resultaron, sin embargo, poco relevantes, ya que a estas alturas los sindicatos católicos se habían forjado la opinión entre los obreros, de ser unos rompehuelgas y era reconocido por todos que la influencia patronal no desaparecía por su simple exclusión formal de los sindicatos. Puede servir de ejemplo, el sindicato ferroviario, con sede en Valladolid, creado con motivo de la huelga ferroviaria de 1912, apoyado discretamente por las dos grandes empresas ferroviarias y dedicado a frenar a los revolucionarios y antipatrióticos, socialistas y anarquistas. Su líder, Agustín Ruiz, se vanagloriaba años más tarde de haberse opuesto a la huelga ferroviaria de julio de 1916 y a la huelga general de agosto de 1917. En el mismo sentido cabe la creación por parte del marqués de Comillas de una red de sindicatos mineros católicos, para romper huelgas. En este contexto, el compromiso de 1919 respecto a los sindicatos puros y la acción huelguística, si fuera necesaria, como mínimo merecería el calificativo de cínico.

Tal calificativo, dado el historial de Comillas y muchos otros sacerdotes, no era empleado sólo por observadores exteriores hostiles. Dentro de la misma Iglesia, personajes importantes pensaban lo mismo. Entre ellos seglares eminentes como Severino Aznar  e Inocencio Jiménez; curas diocesanos como Arboleya, y religiosos como el agustino Bruno Ibeas y el dominico Gafo. En algunos casos podemos seguir de una manera pormenorizada, los obstáculos a los que tuvieron que hacer frente algunos personajes del catolicismo social, al querer poner en práctica unas realizaciones más radicales.

Pedro Gerard, era prior en 1901 en la casa dominica de Jerez. En estos momentos la comarca jerezana estaba inmersa en una profunda crisis económica debido a las dificultades de la exportación del vino. Predicador brillante, Gerard recibió el encargo por parte de los magnates locales, en 1912, de organizar a los trabajadores, para frenar el movimiento anarquista jerezano. El prior dominico señaló que los medios tradicionales de beneficencia y caridad no eran la solución a las penalidades que le circundaban, e hizo público  su convicción de que los trabajadores tenían derecho a un salario digno. Posteriormente intervino en una conferencia sobre problemas sociales en Pamplona, en 1912, con gran resonancia de sus palabras entre los grupos dirigentes de los círculos de obreros y de los sindicatos católicos, acto que fue una de las razones para que no se volvieran a celebrar estas conferencias hasta veinte años después. En Pamplona, Gerard contundentemente denunció la actividad del catolicismo social, rechazó las pruebas de la confesionalidad, y pidió a todos los sindicatos que fueran sociedades de resistencia y tuvieran un carácter militante. Pronto fue denunciado al Nuncio e incluso se dieron noticias a Roma. Pese a que los Sindicatos Libres de Gerard, libres en el sentido de no confesionales aunque católicos, como en la no admisión de empresarios- se extendieron a Madrid, Pamplona, Zaragoza y otros sitios, y formaron una federación nacional en 1916, por ello el fraile jerezano se ganó la enemistad de muchos. En 1913, el arzobispo de Zaragoza le prohibió volver a dar conferencias en la ciudad, y en 1912 y 1913, Roma le prohibió lo mismo. En 1916 recibió de sus superiores la orden de abandonar cualquier actividad con los sindicatos de trabajadores.

El trato que recibió Gerard permite hacernos una idea del mundo mental de la jerarquía católica, pues, aunque su estilo era duro y agresivo, nada radical había en sus propuestas. Las asociaciones de trabajadores ya habían sido aceptadas en 1891, en la Rerum Novarum de Leon XIII, en la que también se subrayaba la necesidad de un salario justo. Gerard se inspiraba en los sindicatos belgas, y solicitó el consejo de un conocido dominico belga, el padre Rutten. El supuestamente peligroso dominico Gerard, defendía la propiedad privada, era antisocialista y consideraba a los sindicatos católicos como parte de un apostolado religioso más eficaz que los actos piadosos.

Otros compartieron los esfuerzos de Gerard por promover sindicatos católicos en su inspiración, pero que no fuera la piedad su actividad principal, ni estuvieran controlados por el CNSOC, y les dieron continuidad. Algunos dominicos como Tomás Perancho y José Gafo se mantuvieron vinculados a los Sindicatos Libres, de obra y de palabra. Hacia 1921 Gafo tuvo que defenderse del Nuncio, y las fuentes dominicas ponen de manifiesto que los empresarios presionaron a los obispos para que les salieran al paso a él y a los Libres. Un compañero de Gafo explicó a a sus superiores:

 

“estas tácticas tenían a menudo mucho éxito, puesto que muy pocos prelados estaban adecuadamente informados en temas sociales, y pocos tenían la valentía de rechazar las exigencias de hombres poderosos.”

 

Gafo no fue silenciado tan bruscamente como lo había sido Gerard, pero los Libres siempre resultaron sospechosos a la jerarquía y la CNSOC en todo momento intentó marginarlos. Sin duda a muchos empresarios les parecía una amenaza el análisis del desprecio obrero hacia la Iglesia, que Perancho recogió en su diario y que los Libres tomaron como punto de partida:

 

“La gente odia a la Iglesia, no porque sea inmoral, como afirman tontamente muchos sacerdotes, sino porque está al servicio de los ricos... aceptando como una tarea fundamental la defensa de la propiedad de los ricos.”

 

Dentro del clero diocesano una figura avanzada dentro del catolicismo social fue el asturiano Maximiliano Arboleya. En 1914 creó los Sindicatos de Trabajadores Independientes de Oviedo. A semejanza de los Libres, a los que se parecía mucho, los Independientes pronto tuvieron dificultades con los empresarios católicos y con algunos obispos. Arboleya reconoció que los sindicatos socialistas y anarquistas habían hecho grandes conquistas para los mineros y que, por ello, se habían hecho acreedores de su confianza. No tenía sentido la creación de sindicatos católicos orientados a la mejora espiritual de hombres que tenían necesidades mucho más acuciantes. Los sindicatos deberían dedicarse a las relaciones industriales, no al progreso espiritual. Arboleya se indignaba de que una política de sentido común, normal en cualquier otro lugar de Europa, provocara semejante campaña conservadora. Su cólera era fácil de entender, pues los Independientes apostaban por el respeto de la propiedad privada, la familia, las doctrinas y la ética católicas y lejanos de cualquier planteamiento de la lucha de clases, que esperaban captar la financiación de simpatizantes ricos. La voluntad real de emplear la huelga, la exclusión de capitalistas de la militancia, fueron motivos suficientes para provocar la ira de los católicos que dominaban la CNCCO como la CNSOC y Acción Católica.

En Barcelona también surgieron algunas iniciativas dentro del catolicismo social. En 1907, el jesuita Gabriel Palau fundó Acción Social Popular (ASP). En 1916, fue trasladado por sus superiores, para que no creara problemas, a una cátedra de sociología en Argentina. Fue mal visto y sospechoso para algunos obispos y otros católicos influyentes,  como el propio Comillas- por intentar coordinar todas las empresas del catolicismo social del país, pretendiendo que Barcelona fuera su centro y no Madrid. Algunas de las funciones propagandistas de la ASP siguieron, pero el colapso de las Uniones Profesionales tras la marcha de Palau es un indicador claro de su falta de solidez. En realidad eran misiones de la clase media en los ambientes obreros, más que organizaciones de trabajadores.

En Bilbao ya habían surgido  Uniones Profesionales en 1905, con el fin de oponerse el catolicismo a los sindicatos de la UGT, sin rechazar la huelga, y siendo puros en su composición. En 1916 por falta de militancia desaparecieron por la competencia de los sindicatos católicos nacionalistas. En Bilbao y su comarca surgieron en 1916, asociaciones, vinculadas a la Confederación Nacional de Sindicatos Libres Católicos de Gerard. En el País Vasco  los sindicatos que tuvieron mayor éxito fueron la Solidaridad de Obreros Vascos (SOV), fundada en 1911. Estos sindicatos industriales católicos surgieron como réplica al socialismo y tenían una aportación ideológica nacionalista. En 1920 alcanzaban una militancia de 10.000 miembros.

En 1919, año de fundación de la Confederación Nacional de Sindicatos Obreros Católicos, el panorama dentro del catolicismo social era bastante confuso. Además de la nueva asociación de sindicatos confesionales, existía una federación nacional de sindicatos en la línea de Gerard, católica pero no abiertamente confesional, cuyos representantes abandonaron la reunión de 1919, después de violentas disputas. La SOV vasca no podía incluirse en ninguna confederación española. Los grupos de Gafo eran grupos libres de los no trabajadores. Además las relaciones de los distintos grupos eran bastante tensas, con acusaciones mutuas de secretismo y traición. Y lo verdaderamente importante es su ineficacia a la hora de acercar los trabajadores industriales a la Iglesia. Lo cierto es que la presencia católica era escasa y poco efectiva en los talleres y las minas, como mucho eran grupos de trabajadores católicos, que se ayudaban mutuamente, compartían el ocio y sus actos piadosos, e incluso, negociaban con los empresarios, pero poco capaces de conseguir mejoras palpables para la clase trabajadora.

Por ello no resulta paradójico que en 1919 surgiera una iniciativa nueva y mucho más agresiva, también de inspiración católica, de las filas del tradicionalismo. Los Sindicatos Libres de Barcelona, nacieron de grupos de trabajadores, emigrantes rurales vascos, imbuidos de ideología carlista y que habían llegado recientemente a la ciudad condal. No eran confesionales, tampoco tenían etiquetas políticas claras, si bien se oponían a los planteamientos revolucionarios de los sindicatos anarquistas, a la vez que eran sus rivales, no sólo en su firmeza durante los conflictos industriales, sino también en su recurso a las luchas callejeras y a los asesinatos. Entre noviembre de 1920 y octubre de 1922, los Libres sirvieron de cómplices entusiastas al gobernador militar de Barcelona, Martínez Anido, en su empeño de acabar mediante la violencia con el dominio anarquista de la calle barcelonesa. Apoyaron la intervención militar en estos años, cooperaron sin titubeos con la Dictadura de Primo de Rivera, lo cual no significaba en absoluto condescendencia con los empresarios. En 1924 crearon una nueva Confederación Nacional de Sindicatos Libres (CNSL), y en 1929 tenían unos 200.000 militantes, crecimiento favorecido por la ilegalización de la central anarquista. El resurgimiento de los anarquistas al final de la dictadura, el anticatalanismo y la hostilidad hacia la democracia parlamentaria, los hizo vulnerables en el nuevo clima político de 1931, y desde entonces fueron perdiendo fuerza.

En 1919 se inició un proyecto distinto. Severino Aznar, catedrático de universidad y decano del catolicismo social, reunió a intelectuales afines y a clérigos en un Grupo de la Democracia Cristiana. Este dinámico grupo, que pretendía analizar los problemas sociales y sus posibles soluciones, pronto se vio acosado por la extrema derecha católica y los jesuitas, llegando a ser acusado en Roma. En estos años muy violentos a nivel rural y urbano, especialmente en Barcelona y en el Sur, era lamentable que sacerdotes activos como Bruno Ibeas, Francisco Marín y Arboleya, figuras académicas como Salvador Minguijón e Inocencio Jiménez, tuvieran que defenderse de acusaciones de heterodoxia, por hablar de la función social de la propiedad y de establecer ciertos límites a la propiedad privada. Las perspectivas para los que querían actitudes nuevas y enérgicas eran difíciles.

El Grupo de la Democracia Cristiana no estaba solo en su deseo de educar y hacer a los católicos más conscientes desde el punto de vista social. Diez años antes el jesuita Angel Ayala había fundado en Madrid la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Su labor fue muy importante en la historia de España del siglo XX, porque consiguieron articular y expresar, de una manera institucional sus inquietudes periodísticas, educativas, asociativas, e incluso políticas. En 1911 se hicieron cargo de “El Debate”, convirtiéndolo en un diario de difusión nacional y gran influencia; intervinieron decididamente en las organizaciones católicas agrarias; constituyeron el núcleo de la movilización política católica de la década de 1930, alrededor de Acción Popular primero, y de la C.E.D.A. después. Su líder seglar, Angel Herrera, consiguió la confianza de la jerarquía, como presidente de Acción Católica en 1933. Los propagandistas eran modernos en sus métodos, pero tradicionales en sus objetivos. Para recristianizar a las élites recurrieron al periodismo, las alocuciones públicas y a las técnicas avanzadas de relaciones públicas, tratando a los sectores desfavorecidos con abundantes recursos, concebidos para mantenerlos alejados de la tentación socialista.

Hasta que fue suspendida la Constitución de 1876 en 1923, los esfuerzos de la Iglesia para ganarse a los trabajadores industriales habían sido poco fructíferos. El fracaso era peligroso para la credibilidad eclesiástica y para su propia seguridad., como se veía en los actos violentos proletarios contra los eclesiásticos, las procesiones, y los edificios religiosos. Tras la Semana Trágica de Barcelona, en 1909, el escritor católico catalán. Joan Maragall, decía que, mientras que la Iglesia se identificaba con la paz y el orden, los pobres en su impotencia y frustración buscaban el desorden y la guerra, y algo nuevo, pues la paz no era su paz y el orden establecido para ellos no tenía nada que ofrecerles a ellos. Maragall confiaba que los católicos no se limitaran a reconstruir sus iglesias destruidas, con puertas más fuertes o una protección estatal más eficaz, y se apercibieran de la necesidad de cambios y de despegarse de un orden social cuya defensa tanto estaba costando. El dilema insoluble del catolicismo social de la época era estar controlado por gente que consideraba que el mantenimiento total del orden social era irrenunciable. Podría haberse abierto paso el reformismo moderado de los Libres-Católicos y los Independientes, antisocialistas pero comprometidos con la consecución de mejoras salariales y laborales, a través de una acción sindical enérgica, pero ni siquiera este modesto programa recibió aliento o espacio necesario para actuar.

Los historiadores, mayoritariamente, están de acuerdo en que el catolicismo social tuvo mucha más fuerza y pujanza en los ámbitos rurales que en los industriales. Lo afirma  G. Acebo y Modet5 y Malefakis6

En el campo, como acabamos de ver, los esfuerzos del catolicismo social fueron recompensados con el éxito. Primero, porque la religión católica tenía mayor fuerza y pujanza en los ámbitos rurales del norte y la mayor parte del centro, que en las localidades mineras y en los suburbios industriales de las grandes ciudades; en segundo lugar, porque a los pequeños campesinos se les ofrecían cosas ventajosas, sin tener que atacar los intereses de los grandes propietarios católicos. En muchas comarcas rurales españolas, a comienzos del siglo XX, todavía se podía hacer frente a la amenaza socialista y anarquista, ya que estas ideologías a unos pequeños campesinos que deseban asegurar su propiedad y hacerla más productiva no tenían nada de atractivas.

Grupos agrícolas católicos había en Castilla la Vieja desde comienzos de siglo, pero cuando cobró fuerza el sindicalismo católico agrario, fue a partir de la ley de Sindicatos Agrarios de 1906, que dio un status legal a las asociaciones de agricultores y a las instituciones de crédito agrario, prometiéndoles ventajas fiscales y arancelarias en lo referente a maquinaria, simiente, animales de cría y fertilizantes. Uno de los activistas primeros en este campo fue el padre Vicent, que consiguió la participación del terrateniente acomodado, Antonio Monedero, gran figura del sindicalismo católico agrario en estos años. Monedero fundó en Dueñas, provincia de Palencia, la Asociación Católica Patronal Obrera. En 1908, varios grupos se unieron en federaciones locales; en 1912 nació una federación nacional auspiciada por el Consejo Nacional de Corporaciones Laborales Católicas; en 1915 surgió una confederación regional en el centro neurálgico del catolicismo agrario, en Castilla la Vieja y León; y, por último, en 1917, se fundó la Confederación Nacional Católica Agraria(CNCA), que correspondía en el terreno agrario a los sindicatos industriales católicos y, como éstos, formaba parte de la Acción Católica oficial, sometida a la supervisión jerárquica.

El proceso anteriormente descrito no estuvo exento de problemas y desavenencias internas dentro del catolicismo social. El secretariado agrario central, con sede en Madrid, y que Aznar, Arboleya y el cardenal de Toledo, Guisasola,  pretendían que fuera el eje sobre el que se unificarían las distintas federaciones locales y regionales, fue desplazado por los líderes de las asociaciones de Castilla la Vieja y León, con Monedero y Sisinio Nevares a la cabeza. Monedero fue nombrado presidente de la CNCA en 1917, manteniéndose en el cargo hasta 1921, y vinculado estrechamente con Angel Herrera. Durante siete años, a partir de 1912, Monedero escribió una columna sobre asuntos agrarios católicos en ”El Debate”. La CNCA era interclasista y a su frente estuvieron siempre grandes propietarios y propagandistas burgueses. Además, era confesional, ya que sus reuniones se iniciaban a menudo con cánticos religiosos y el rezo del rosario; y trabajaba en estrecha conexión con los obispos y los curas de la zona. Defendió la religión, la familia, la propiedad privada, y se consideró a sí misma como la vacuna contra el peligro socialista.

En 1919 la CNCA reunía, según Monedero, unos 500.000 miembros, cifra que debe ser rebajada. Sin embargo, no cabe duda que en Castilla la Vieja, Navarra, la Rioja, Levante y Aragón, los sindicatos agrarios tuvieron un gran éxito7. Muchos curas diocesanos participaron activamente en la fundación y  el funcionamiento de los sindicatos locales. Quizá los sacerdotes y obispos, que procedían del medio rural, comprendían perfectamente los problemas de los campesinos pobres, luchando por salir adelante, y sabían mejor cómo ayudarles, que cuando se enfrentaban a los problemas, totalmente ajenos a ellos, de los irreligiosos suburbios urbanos. Hay otras razones del éxito de la CNCA; donde tuvo mayor auge fue en provincias de pequeños propietarios y arrendatarios, con niveles culturales relativamente altos y no eran los pobres sin recursos del campesinado o proletario agrícola de Andalucía y Extremadura. Las facilidades de créditos, la adquisición al por mayor de fertilizantes más baratos, la propiedad colectiva de la maquinaria costosa, todas estas posibilidades suponían una ayuda inmediata y práctica, que no interfería con las relaciones de propiedad de la tierra dominantes.

En Galicia de agricultura minifundista, y en casi todo el centro y el sur, hubo poca receptividad para la CNCA, a pesar de los intentos que se hicieron entre los años 1917 y 1919 por los líderes de la Confederación. Los foreros y pequeños propietarios gallegos; los jornaleros sin tierra andaluces y extremeños, que no tenían lo suficiente para subsistir, únicamente consideraban provechoso el que se les diera más tierra; la CNCA podía, y de hecho lo hizo, pedir a los grandes propietarios que cedieran voluntariamente sus propiedades, pero se negaba a pensar en términos de una reforma obligatoria de la distribución de la propiedad; entre una cosa y otra, hicieron agua los planes del catolicismo social.

El catolicismo social rural contribuyó a evitar la proletarización del pequeño campesino y su acercamiento al socialismo, pero tuvo escaso éxito donde campesino era sinónimo de jornalero, o donde los campesinos eran minifundistas en condiciones miserables, sectores en los que ya se iban extendiendo las ideas socialistas y anarquistas. Esta desigual implantación tendió a reforzar el modelo creado por la distribución de la práctica católica y la densidad de instituciones católicas en las áreas rurales. La España católica podía contar con el campesinado de Valladolid o Palencia, pero no con el de Almería o Albacete. En su momento, cuando se movilizaron electoralmente los católicos en la II República, el frente conjunto de la CNCA, Herrera, y “El Debate” aseguró el apoyo popular del campesinado norteño, por razones prácticas y religiosas, a la CEDA. Sin duda, los sindicatos rurales católicos tuvieron mayor éxito que los industriales.

Hecha esta introducción voy a pasar a describir, por orden cronológico, como van apareciendo distintas respuestas institucionales dentro del  catolicismo en Urrea de Gaén y Samper de Calanda. En el pueblo de Híjar, al ser tantas y su obra tan prolija, sería necesario otra publicación, que esperamos su institución más representativa, sea sensible para su publicación. Aquí, existe un repertorio impresionante, desde una Sociedad de Socorros Mutuos, un Patronato Católico de Obras Sociales, un Seguro de Caballerías, Una Caja de Ahorros. Además se mojaron e implicaron toda la clerecía hijarana, tanto la regular como la secular, a la hora de crear todo este inmenso repertorio de instituciones del catolicismo social. En este breve artículo tengo que limitarme a nombrarlas.

 

 

 

PÓSITO  O   GRANERO  DE  SAN  JOSÉ  EN  URREA   DE   GAÉN.

 

Una institución muy interesante del catolicismo social es el Pósito de granos, que apareció a comienzos de 1903. No es de las más prototípicas, pero tiene gran interés. Fue aquí por primera vez, según mis noticias, en el Bajo Aragón histórico turolense. No he podido constatar su existencia en Híjar, a pesar de que en algunos momentos los habitantes de este pueblo hablan de la conveniencia de crear un Pósito de granos. Para conocer todas las circunstancias y motivaciones que propiciaron la fundación del Pósito de trigo en Urrea de Gaén, nada mejor que los documentos hemerográficos  zaragozanos de febrero de 1903 8.

 

“Con la competente autorización de las autoridades eclesiástica y civil, bajo la protección de San José y tutela inmediata de una Junta Directiva, cuyos presidente y vicepresidente son respectivamente el Párroco y el Alcalde del pueblo, se ha fundado en esta localidad un Pósito de trigo, con el objeto de atender a las apremiantes necesidades de los labradores que en el tiempo de siembra puedan utilizarlo, con la obligación de devolverlo en los meses de la recolección con un pequeño rédito que redunda en beneficio y aumento del mismo Pósito, no viéndose de este modo en la triste alternativa de, o no sembrar o entregarse a prestamistas sin entrañas que, abusando de las críticas circunstancias y bajo el mentido pretexto de socorrerles, convierten en provecho propio los sudores de un buen número de honrados labradores.

La villa de Urrea de Gaén está de enhorabuena merced a la generosidad desinteresada de una muy conocida señora, cuyo nombre no publicamos por temer herir su modestia(el cronista no cita el nombre, pero es Doña Serapia Cabañero y Temprado, de la que hablaremos más adelante), que ha cedido de su pecunio particular 120 cahíces de trigo y está dispuesta a desprenderse de todo el necesario para subvenir de una manera completa a los labradores de dicho pueblo. Plácemes mil merece la fundadora, cuya caridad debía ser imitada por todas aquellas personas que en los pueblos se encuentran en condiciones de hacerlo, con lo cual impedirían la miseria de muchas familias que, con sobrada frecuencia se ven caer víctimas de la desordenada usura.

En nombre de los labradores, en obsequio de los cuales se ha fundado el Pósito, doy las gracias más sinceras a la fundadora, haciendo fervorosos votos al Señor para que prospere y vaya en aumento una fundación que tantos beneficios ha de reportar a todo el pueblo.

Para primeros de marzo próximamente se celebrará un triduo de acción de gracias a San José, a juzgar por las funciones que proyectan y los preparativos que se van haciendo, promete ser muy solemne.”

 

Para conocer con más detalles el funcionamiento del pósito de trigo de Urrea, podemos servirnos de la escritura suscrita ante el notario Gregorio Rufas Calvo, en Zaragoza a 24 de enero de 19039.

En dicho documento se establece que Doña Serapia Cabañero y Temprado, de 55 años, soltera, propietaria, vecina de Híjar, (calle Estrecha,4), para la gloria de Dios, para el honor del glorioso San José y en beneficio de los honrados labradores de Urrea de Gaén funda en dicho pueblo un Pósito de trigo, con arreglo a las siguientes condiciones:

Entrega Doña Serapia, como propietaria, a favor de la fundación, a)125 cahíces de trigo, o 206 hectolitros y 51 litros; su valor es de 3.750 pesetas. b) Una casa , situada en Urrea de Gaén, calle del Barrio Nuevo, con el nº 29, con una superficie que no puede determinarse ni aún aproximadamente, compuesta de dos pisos al aire y al firme, bodegas y corral con cubiertos, confrontando por la derecha con otra de Raimundo López, por la izquierda con la Eugenio Bandregón, y por la espalda con camino de la Acequia; su valor es de 1.044 pesetas.

Estos bienes se aumentarán con los donativos sucesivos de cualquier procedencia legítima y con las creces del trigo del pósito.

El pósito, granero toma el nombre de San José, en consideración de esta fundación piadosa, y para recordar los deberes que deben cumplir los buenos trabajadores con Dios, con su familia y con su alma, proponiéndoles como modelo al Santo Patriarca, jefe de la Sagrada Familia de Nazaret.

Podrán usufructuarse de él todos los labradores, vecinos de Urrea de Gaén, que no cuenten con recursos propios para efectuar la siembra de campos por ellos laboreados en el término de dicho pueblo, cuyas costumbres no sean públicamente escandalosas, y que guarden las fiestas, según lo prescrito por Nuestra Santa Madre la Iglesia, ateniéndose a las disposiciones que siguen:

Para tomar trigo del Pósito deberán solicitarlo a la Comisión Administrativa, verbalmente o por escrito, por conducto de su Presidente desde el día de la Natividad de Nuestra Señora(8 de septiembre), expresando el campo que han de sembrar, con especificación de la cabida del mismo destinado a sementera, y yendo acompañado cada solicitante de un fiador que se haga responsable solidariamente con el deudor del trigo prestado y de las creces.

En la época de la recolección, los labradores que hayan sembrado con trigo del pósito, avisarán al Administrador del mismo, cuando estén aventando en la era para que salga a elegir para sí o por otro el trigo prestado más las creces. De no acudir en tiempo oportuno, se entenderá que el Administrador fía en la probidad del mutuario, quien cumplirá su compromiso antes del día de la Asunción de la Santísima Virgen, llevando en todo caso de su cuenta el trigo obligado al local del pósito.

Las creces se pagarán anualmente, al mismo tiempo que devuelva el trigo tomado, en esta proporción; una hanega por cahíz mientras el Pósito no llegue a doscientos cahíces; nueve almudes hasta los trescientos; seis almudes hasta los cuatrocientos; y en adelante, aunque en mucho mayor cantidad el pósito, un solo cuartal por cahíz prestado. Es de advertir que el trigo devuelto ha de ser de buena calidad, puro, limpio y de recibo, pudiendo el medidor rechazarlo cuando no reúna estas circunstancias.

Siempre que hubiese que acudir a los Tribunales de justicia o al procedimiento de apremio administrativo para hacer efectivo el trigo prestado y creces, el deudor y fiador vendrán obligados solidariamente a pagar todos los gastos, costas y perjuicios que se ocasionen al pósito, incluso los derechos y honorarios de las personas que representen y dirijan al mismo en sus reclamaciones.

La cantidad mayor que puede prestarse en cada extracción, es un cahíz por vecino y únicamente para sembrar, más no para otros fines, aunque sean muy beneficiosos.

La primera extracción será desde el 8 de septiembre de cada año. Si sobrase trigo el pósito se anunciará segunda extracción para el 1 de octubre. Si aún hubiese existencias a fines de este, se anunciará tercera extracción el 1 de noviembre. En cada extracción será preferido el que antes lo solicite, pero el que no hubiera devuelto el trigo y pagado las creces del año o años anteriores no podrá solicitar otro préstamo ni la Comisión concedérselo.

Para la administración, cuidado y acrecentamiento del pósito habrá una Comisión administrativa compuesta de Presidente, Vicepresidente, Vocal 1º, Vocal 2º y Administrador Secretario.

Será Presidente el Párroco o Ecónomo, que haga sus veces en la dirección de la parroquia de S. Pedro Mártir de Urrea de Gaén; Vicepresidente el Alcalde, en propiedad o ejerciente de dicho pueblo; Vocal 1º el Mayordomo ejerciente de la Cofradía del Rosario; Vocal 2º un vecino de dicho pueblo, nombrado por el Prelado, a propuesta del Párroco; y Administrador Secretario, el Coadjutor de la parroquia, nombrado por el Prelado.

La Comisión Administrativa para tomar acuerdos, deberán estar presentes 3 miembros, y siempre por mayoría de voto. El voto del Presidente decide en caso de empate.

En caso de no poder formar parte de esta Junta alguna de las personas indicadas, por incompatibilidad, prohibición u otra causa legal, el Prelado completará la Junta con las personas que tuviese a bien elegir de entre los residentes en Urrea de Gaén.

Corresponde a la Comisión Administrativa, la concesión o denegación del trigo; la censura y aprobación de las cuentas que presentará el Administrador Secretario, sin perjuicio de la resolución superior del Prelado; acordar y presenciar la medición del trigo existente en el granero; autorizar al Presidente para perseguir judicial o administrativamente el cobro de los préstamos.

Corresponde al Presidente representar al pósito en toda clase de actos y contratos, así como ir a juicio; comunicarse con toda clase de autoridades y particulares en asuntos del pósito; cumplir con las obligaciones y deberes que, con arreglo a las leyes incumben a los pósitos de fundación privada, ya sea para la exhibición de los presupuestos y cuentas; remitir las cuentas del pósito, aprobadas por la Comisión con su visto bueno, al Prelado de la Diócesis, conservando un ejemplar en el Archivo Parroquial; inspeccionar la casa granero, así como los libros  y contabilidad del pósito; procurar que en tiempo de Santa Visita, revise el Prelado el pósito y sus dependencias, consignando en el libro de actas, cuanto estime el prelado para el buen régimen del pósito.

El Vicepresidente suple al Presidente, y sucesivamente los vocales por orden de preferencia.

El Administrador-Secretario tiene a su cargo cuidar el trigo y el edificio del pósito; llevar la cuenta clara y detallada las entradas y salidas, que justificará con los vales del Presidente de pedir y los recibos talonarios de cobrar; redactar y extender las Actas de las Juntas que celebre la Comisión Administrativa en el libro correspondiente, autorizándolas con su firma, y las comunicaciones, cuentas e informes de todas clases que hayan de presentarse a toda clase de autoridades; estará muy advertido de que no se entregue nunca trigo sin el vale del Presidente; desempeñar los demás trabajos y comisiones que le encargue la Comisión y el Presidente representando al pósito por delegación de aquel en cuantas reclamaciones hubiera; percibirá anualmente, como retribución, diez cahíces, que le entregará la Comisión desde el 15 de agosto al 8 de septiembre y vivirá gratuitamente en la casa, en que se constituye el pósito, con obligación de ceder, sin retribución alguna, a Doña Serapia Cabañero durante la vida de la misma, las habitaciones que ella elija.

Habrá un Medidor nombrado por la Comisión Administrativa, a las órdenes del Administrador, lo mismo para entregar que para cobrar del pósito, limpiar el local, dar vuelta al trigo y otras operaciones necesarias para su mejor conservación. Estará al servicio de la Comisión para llevar recados, avisar a juntas y demás, siempre bajo la obediencia del Presidente. El medidor recibirá la gratificación de 2 cahíces de trigo anuales, más habitación franca, con obligación de vivir en la misma casa del pósito.

Todos los años se reservarán 2 cahíces para atender a los gastos de contribución y recomposición de la casa, cuyo trigo se venderá o guardará como más convenga a juicio de la Comisión, pero su importe no puede emplearse en otros fines que el indicado.

La Comisión Administrativa asume toda la responsabilidad del pósito. Por tanto la Comisión puede y debe exigir al Administrador-Secretario las responsabilidades e indemnizaciones a que haya lugar, cuando observe deficiencias en el cuidado de la citada casa, o en la cantidad o calidad del trigo. Contra los acuerdos de la Comisión no habrá más apelación que ante el Prelado. Este es el único que puede acudir a los tribunales seculares en defensa del pósito o autorizar a la Comisión al mismo fin.

Si por accidentes imprevistos o por otra causa, tales como propósitos del Gobierno de incautarse de los bienes o de la Administración del pósito, guerra u otro motivo parecido, en cualquier tiempo peligrasen los intereses del mismo, no solamente autoriza, sino que encarga la fundadora con todo interés a la Comisión Administrativa procurar diligentemente, de acuerdo con el Prelado diocesano, buscar modo seguro de salvarlos, aunque sea por medio de una enajenación temporal del inmueble y trigo; y siendo absolutamente imposible la reconstitución del pósito, que se emplee el capital en otra obra benéfica de interés general del pueblo, pero sobre todo para los pobres de Urrea de Gaén. La Comisión, por si sola, no podrá tomar determinación alguna en este sentido, ni variar las disposiciones de esta escritura sin el consentimiento expreso del Prelado, a quien corresponde, en definitiva, determinar la obra benéfica.

Si ocurriese alguna dificultad para la aplicación de lo establecido en esta escritura, sea cual fuere el motivo, o se notarán omisiones, la Comisión Administrativa propondrá al Prelado diocesano su ampliación o reforma dentro del espíritu de la fundación, y sus resoluciones se considerarán como parte integrante de la misma. En igual forma corresponde al Prelado diocesano la aprobación de las instrucciones o reglas para llevar a la práctica lo consignado en esta escritura.

Mientras el Señor conserve la vida a la fundadora, Doña Serapia Cabañero, tendrá participación inmediata en la administración del pósito, considerándola como miembro honorario, con derecho a que se le avise a todas las Juntas, donde quiera que la Señora estuviese, con voz y voto como los demás individuos de la Comisión. Del mismo modo, mientras viva en Urrea de Gaén, el vecino Raimundo López se le considerará como vocal 2º, en atención al interés que ha mostrado en la administración primera del pósito.

En cuyos términos deja formalizada la presente escritura, suplicando a todos los beneficiados con esta institución, que sean muy agradecidos a Dios Nuestro Señor, que es el dador de todo bien, portándose como buenos cristianos, evitando el horrible vicio de la blasfemia y guardando religiosamente los días festivos. Es lo único que les pide en reconocimiento del favor que les hace por caridad y para la mayor gloria de Nuestro Señor Jesucristo, y que la encomienden al Santo Patriarca San José, rogando no solamente por ella sino también por sus deudos y parientes.

Y yo el Notario he enterado a la compareciente de las correspondientes advertencias legales.

Así lo dice y otorga, siendo presentes como testigos, Don Tomás Díez Villanueva y Don Ángel Gracia Domingo, de esta vecindad que aseveran no tener excepción para serlo y no la tienen con respecto a mí el Notario.

Serapia Cabañero, Tomás Díez, Angel Gracia-Signado.Gregorio Rufas-Rubricado.

 El Pósito o Granero de San José de Urrea de Gaén es un ejemplo claro y explícito de cómo las clases poderosas del mundo rural, intentaban paliar la miseria de las clases populares, a través de la caridad.  Si surgió esta iniciativa era claro que trataba de subsanar un problema muy extendido en muchos pueblos, el problema de la usura, ya que los campesinos tenían que recurrir imperiosamente a auténticos buitres prestamistas en determinadas fechas claves del calendario agrícola, como la de la siembra.

Serapia Cabañero, la fundadora era de una de las familias más ricas del Bajo Aragón, la de los Esponeras, ya que su padre se llamaba Francisco Cabañero Esponera. Era soltera, ya de 51 años en el momento de la fundación. La institución, empezando por el nombre, se llama “Granero De San José”, está bajo el patrocinio y control de la Iglesia católica. Desde cualquier punto que la observemos se respira un profundo espíritu religioso en la redacción de la escritura fundacional.

La Comisión Administrativa, está presidida por el párroco; el Admistrador-Secretario es el coadjutor; el vocal 1º es el mayordomo de la Cofradía del Rosario; el vocal 2º lo nombra el Prelado, a propuesta del párroco; el único miembro no controlado por la Iglesia es el vicepresidente, que es “de iure” el alcalde. Y por encima de todos los cargos está la supervisión y control del Obispo diocesano.

En otros aspectos puede verse como está impregnado el funcionamiento del pósito de un espíritu religioso profundo. A la hora de tomar el trigo se pone como fecha, el día de la Natividad de Nuestra Señora. La devolución del trigo prestado será antes del día de la Asunción de la Santísima Virgen. Da la sensación que toda la vida rural a comienzos del siglo XX, gira en torno a las festividades religiosas.

Los usuarios del pósito se ven obligados a practicar determinados comportamientos. Me estoy refiriendo, a que deben ser buenos cristianos, no practicar el horrible vicio de la blasfemia y guardar religiosamente los días festivos. La Iglesia católica controla el pósito, y por tanto impone sus condiciones, lo cual desde un punto de vista ético, como mínimo parece cuestionable. Si alguien no tenía la costumbre de ir a misa los días festivos, estaba excluido del uso del pósito.

Como final del comentario el Pósito o Granero de San José de Urrea de Gaén, es una más de las instituciones de la Iglesia católica, que no se plantea cortar las raíces de la miseria de las clases populares rurales, sino atenuarla y moderarla, con el objetivo de que los campesinos no fluyesen a los sindicatos revolucionarios, que tenían planteamientos muy distintos a la hora de encarar las apabullantes injusticias sociales del campo español.

Unos años después, en diciembre de 1908, la prensa zaragozana10, nos proporciona noticias, escuetas y jugosas, sobre la existencia de instituciones del catolicismo social en Urrea. Nos cuenta que el Sindicato Agrícola acababa de ser inaugurado; además nos habla del fucionamiento del Pósito, ya que presta trigo a los agricultores para la siembra, que lo devuelven a la recolección a un módico rédito de 9 almudes por cahíz. El cronista recuerda a la fundadora Dª Serapia Cabañero; y termina indicando que detrás de todas estas instituciones está la mano del infatigable coadjutor, Luis Turón, oriundo de Híjar.

Dos meses después, de nuevo la prensa zaragozana11 nos informa de que el 7 de febrero de 1909 se inauguró un Circulo Católico instructivo y recreativo para los jóvenes de la localidad. Con esta son ya tres las obras sociales del citado pueblo de Urrea, pues posee además un Sindicato Agrícola, un Pósito de granos o cereales de cuyas instituciones hemos dicho algo en otras ocasiones, en estas mismas columnas. El Pósito de San José se creó en el mes de febrero de 1903. Estaba bajo la presidencia y vicepresidencia del párroco y alcalde respectivamente. Tenía como misión proporcionar trigo a los agricultores en la época de la siembra, y debían devolverlo  con un módico rédito a la época de la recolección, con lo cual se mantendría y engrandecería el Pósito. Para comenzar la obra una señora, Dñª Serapia Cabañero y Temprado proporcionó una cantidad de 120 cahíces de trigo.

En las pascuas de 1909,  Antonio Galve, maestro de niños, y D. Francisco Galindo, secretario del Ayuntamiento, organizaron, bonitas y variadas veladas recreativas, que, además de entretener a los vecinos, llevan un fin moral, digno de todo aplauso.

El Sindicato Agrícola y el Círculo de Obreros Católicos marchaban admirablemente, ya que tenían un buen número de socios y por los palpables beneficios que reportaban a los agricultores, probándose hasta la evidencia que allí donde se trabajaba por Cristo, se tenía ya por seguro el resultado apetecido12.

              Un año después, en abril de 1910 se hablaba de que dentro de pocos días tendría lugar la inauguración solemne de un Hospital, fundado por Doña Serapia Cabañero y Temprado, dama distinguida por su celo y, que ya en años anteriores, había hecho la fundación de un Pósito de grano, que ha sido el sostén de los trabajadores, cuando, faltos de recursos, no podían ni sembrar sus campos ni dar un pedazo de pan para sus pequeños. Todo el pueblo, sin distinción alguna, ha contribuido a las obras, orgulloso de tomar parte en una fundación tan ventajosa y deseando manifestar públicamente su agradecimiento con una bienhechora tan ilustre. Se había acordado que el día mismo de la inauguración, que sería probablemente el día de la Asunción, 5 de mayo, se declarase hija predilecta de esta villa, a Doña Serapia Cabañero, que se diese su nombre a la calle donde estaba el nuevo Hospital, llamada hasta entonces “Calle del Barrio Nuevo”, y que en dicho día tuviesen lugar varios festejos populares. Se destacaba esta señora por sus actos de caridad, y se esperaba para  pronto la venida de las Hijas de San Vicente a esta parroquia, para bien de este católico vecindario13.

La inauguración del Hospital de Urrea de Gaén se produjo el día 8 de mayo de 191014, con gran pompa y boato. Por la mañana hubo misa de comunión con fervorines y motetes, acercándose por vez primera a la mesa eucarística varios niños y niñas, escuchando una plática del párroco.

            A las 9 salió la procesión, que se detuvo en el Hospital, para ser bendecido el local. Terminada la procesión, hubo misa mayor por la capilla de Albalate, en la que ofició D. Luis Espinosa, ministrado por D. José Oliver y D. Francisco Burillo, beneficiado y capellán de Híjar respectivamente. Del sermón estuvo encargado el Rvdo. P. Basilio de Gea, superior de los capuchinos de Híjar, que hizo ver por la claridad y la elegancia, lo qué es y significa un Hospital, levantado por la caridad y sostenido por el entusiasmo de todo el pueblo. Terminada la misa, y acompañados clero, autoridades y pueblo por la rondalla de Albalate, se dirigió la comitiva a la Casa Consistorial, en donde se dio lectura al acta de la sesión del 24 de abril último, por la que se declaraba hija predilecta a Doña Serapia, para pagar de alguna manera sus obras benefactoras, además del Hospital.

            Acto seguido, el alcalde Juan Pamplona descubrió la placa en la que se dedicaba la nueva calle del Barrio Nuevo a Doña Serapia. En la puerta del Hospital había otra placa, que fue descubierta por el párroco.

            En la casa del Pósito de San José, fundado en 1903 por esta señora, habíase colocado otra placa, que fue descubierta por D: Pedro Esponera, teniente coronel de artillería, después de agradecer al pueblo todo cuanto habían hecho.

            Y para que no faltase un obsequio infantil, nos sorprendió con un bonito discurso de niños (Compuesto por el maestro D. Antonio Galve) por el aventajado alumno de la escuela municipal Joaquín Vallesaín.

            Las autoridades e invitados fueron obsequiados por Doña Serapia con exquisitas pastas y licores. Durante todo el día estuvo abierto el Hospital y todas sus dependencias.

            Recurriendo de nuevo a la prensa, podemos conocer algunos nuevos detalles sobre el desarrollo del Sindicato Agrícola, en marzo de 1923, unos meses antes de la llegada al poder del Dictador Miguel Primo de Rivera15.  Sabemos que acababa de celebrar su fiesta de San José, predicando en ella D. José Clavero, coadjutor de la parroquia. Ofició la misa el párroco, D. Salvador Turón. Un coro selecto de jóvenes de la localidad interpretó magistralmente la misa de Pío X. También hubo procesión numerosa, presidida por el Ayuntamiento y la Junta Directiva del Sindicato.

            Después de la función religiosa se reunieron todos los socios; en número de 382, en los salones del Sindicato, con asistencia del Ayuntamiento para enterarles del balance del año 1922, que resultó el siguiente:

 

            Activo……………….68.222,58 pesetas.

            Pasivo………………65.599,91 pesetas.

            Caja…………………   2.662,67 pesetas.

 

            Expuso el señor secretario, don José Clavero un resumen verbal de la situación y marcha económica de la sociedad, en la cual se reflejaba la enorme actividad desarrollada por el Sindicato en bien de los socios.

            Después se procedió a la renovación de la Junta Directiva, siendo elegidos: Presidente, Joaquín Martín. Vicepresidente, José Calahorra. Consiliario, D. Salvador Turón, el párroco. Tesorero, Ramón Pastor, que fue reelegido por su celo y labor realizada. Secretario, D. José Clavero, coadjutor de la parroquia. Vocales, Florencio Tena, Manuel Sesé Lafaja y Manuel Sans. Vice-Tesorero, Lorenzo Casorrán.

            Finalmente la Sociedad obsequió con un refresco, reinando el mayor entusiasmo entre los socios.

 

LAS OBRAS DEL CATOLICISMO SOCIAL EN SAMPER DE CALANDA

 

En otro pueblo de la comarca del Bajo Martín, como Samper de Calanda, también irrumpieron determinadas iniciativas del catolicismo social. En diciembre de 190816, se indica que hace un año ya funciona un Sindicato Agrícola y un Seguro de Caballerías, por iniciativa de su celosísimo señor cura párroco. Su éxito no puede ser más satisfactorio. Ocho siniestros ocurridos hasta aquel momento, habían sido pagados distributiva y puntualmente. Su párroco era José María Blasco, el cual en el mes de febrero de 190917, impartió una conferencia en el Patronato Católico de Obras Sociales de Híjar sobre el tema “el espíritu de asociación”, en la que reflejó su odio y temor visceral hacia los socialistas, comunistas, anarquistas y revolucionarios, que tratan de destruir el orden social, sobre todo, uno de sus pilares básicos, la familia.

Unos meses más tarde, a finales de abril de 190918 se inauguró el Sindicato Agrícola en Samper de Calanda, que había sido recientemente aprobado. Ya parece que funcionaba, así como también el Seguro de Caballerías a fines de 1907, como  acabo de comentar.

El acto tuvo lugar en el Salón de Sesiones del Municipio, presidiendo, el párroco D. Jerónimo Gargallo, y el acaudalado propietario y presidente del Sindicato, D. José Ballester.

            Primero habló el cura, encareciendo la necesidad de asociaciones protectoras de las clases menesterosas, enlazando el bien material con el espíritu religioso, a cuyo fin deben tender estas entidades. Fue muy aplaudido.

            A continuación, el Presidente del Sindicato, D. José Ballester, dijo que ponía a disposición del Sindicato, cuanto vale y posee para bien de la clase trabajadora de la villa. Fueron muy bien acogidas sus palabras.

             También habló el alcalde Jerónimo Gargallo, quien con buen estilo y fácil palabra, pronunció un brillantísimo discurso y muy interesante para ver cómo se iban introduciendo estas instituciones del catolicismo social en Samper. Lo fundamental del discurso, señaló, es la necesidad de dinero para cualquier obra social, ya que sin él no se puede atender los gastos sociales y las obras benéficas, que es la finalidad del Sindicato.

             Afirmó que la única que ha podido desarrollarse sin previo capital ha sido la Mutualidad de San Antonio Abad para las caballerías, por la abnegación del párroco, y secundado por el veterinario D. Francisco Pastor, y porque todos habían comprendido lo positivo de la Mutualidad, por los hechos prácticos que han sucedido.

             El alcalde afirmó que dos eran los medios para conseguir el dinero para el Sindicato; el préstamo del Banco de León XIII o el adelanto por la Junta Directiva y socios del Sindicato, entusiastas y pudientes.

             Recomendó que en ese momento lo más factible para Samper era fundar la Caja Rural, como hijuela y al abrigo del Sindicato para hacer préstamos a la clase media, que era la más necesitada, pero en cantidades relativamente pequeñas y que para comenzar, era haciendo imposiciones el Presidente, siguiendo toda la Junta directiva, y a continuación todos los presentes que pudieran. Si todos colaboraban y buscaban nuevos socios funcionaría. Fundemos la Caja Rural. El alcalde terminó afirmando que era su obligación, como católico social e hijo de Samper.”

            Enseguida se produjo una suscripción de 4.000 pesetas.

            Todo este movimiento católico-social se debió a Jerónimo Gargallo, párroco; a mosén José Mª Blasco:a José Ballester; al médico Mariano Minguez, el cual dijo poner todos sus ahorros a disposición del Sindicato sin interés alguno, para socorrer las amarguras de la clase trabajadora de Samper.

En noviembre de 190919 tenemos nuevas noticias sobre las obras del catolicismo social en Samper de Calanda, ya que el Sindicato Agrícola había constituido la Caja de Ahorros y Préstamos, con muchas imposiciones y más de sesenta préstamos. Al mismo tiempo había abierto el Sindicato Católico y llevaba expendidos en solo el mes de octubre cuatro vagones de abono. Por todo ello parecía que trabajaba bien su Junta Directiva.

 

 

 

Cándido Marquesán Millán

 



[1] DUROSELLE, J.B., Les debuts du catholicisme social en France, 1882-1870, París, 1951.

2 MONTERO, j. R. , La Ceda. El catolicismo social y político en la II República. Vol.1., Ediciones de la Revista del Trabajo, Madrid, 1977.

3 TUSELL, Javier, Historia de ka Democracia Cristiana en España, Sarpe, Madrid, 1986.

4 Maximiliano Arboleya, fue uno de los miembros más comprometidos dentro del catolicismo social.

5 “Los esfuerzos del clero español se han dirigido sobre todo a la propaganda de las regiones rurales. Dos razones había para ello: Primera, los obreros de las ciudades estaban ya sindicados por los socialistas. Segunda, los obreros del campo han conservado, mucho más que los urbanos, el espíritu religioso, sus relaciones con el patrono son más familiares, muchas veces cultivan parcelas, de las que son propietarios, y, por tanto, conservadores. Guardando más la fe, eran más asequibles a la propaganda católica. De paso atacaban la cuestión social en su verdadero campo.” ACEBO, G.,: Origen y desarrollo y trascendencia del movimiento sindicalista obrero, Edit. Jaime Ratés, Madrid, 1915.

 

6 “El catolicismo social se insertaba en un sector de población, conservador por naturaleza. El empobrecimiento de los pequeños propietarios del Norte no constituía una amenaza grave para el orden social existente; como sus homólogos franceses, y alemanes, aquellos eran una clase conservadora, no revolucionaria.” MALEFAKIS, E.: Reforma agraria y revolución campesina en la españa del siglo XX, Ariel, Barcelona, 1979, pag. 19.

 

7 “ Donde brota más espontáneamente esta acción social agraria, es en la mitad norte de España, en su mitad central—quedan excluidas, con su significado que no hemos de pasar por alto, el Este y el Oeste, Galicia y Cataluña--. Es esta región, la por antonomasia definida por pequeños propietarios, conservadora, la tradicional, cuyos principales problemas son: la conservación de la tierra, el evitar la pérdida del patrimonio, único medio de subsistencia, el incremento de la productividad, la accesibilidad a los abonos, al crédito y la mecanización..” CUESTA, J. : Sindicalismo católico agrario en España, (1917-1919), Narcea, S.A. de Ediciones, Madrid, 1978, pag. 17.

8El Noticiero”, de Zaragoza, 19 de febrero de 1903.

9 Archivo Municipal de Urrea de Gaén. Debo dar las gracias a su alcalde Angel Tomás, que me proporcionó una copia de la escritura fundacional.

10 “El Noticiero”, 12 de diciembre de 1908.

11 “El Noticiero”, 10 de febrero de 1909.

12 “El Noticiero”, 25 de abril de 1909.

13 “El Noticiero”, 13 de abril de 1910.

14 “El Noticiero”, 17 de mayo de 1910.

15 “El Noticiero”, 23 de marzo de 1923.

16 “El Noticiero”, 12 de diciembre de 1908.

17 “El Noticiero”, 21 de febrero de 1909.

18 “El Diario de Avisos de Zaragoza”, 27 de abril de 1909.

19 “El Noticiero”, 3 de noviembre de 1909.

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