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Otra derecha

 

 

 Que la izquierda en España haya detentado el poder ha sido la excepción. Esta extraña circunstancia sólo se ha producido en escasas ocasiones y breves períodos de tiempo: en el siglo XIX, en los períodos de (1808-1814), (1820-1823)  y en el Sexenio Revolucionario (1868-1874); en el siglo XX, durante la II República y los gobiernos de Felipe González; y en siglo XXI con el actual de José Luis Rodríguez Zapatero.

 

 Como la derecha  ha detentado y usufructuado siempre el poder en España, con las excepciones susodichas, ha llegado a interiorizar que tiene derecho a detentarlo per secula seculorum, a instancias de algún mandato divino, gratia Dei. Por ello, si no lo tiene, piensa que es algo antinatural y que le ha sido arrebatado injustamente. Por tanto hay que reconquistarlo con rapidez y como sea. Antes, sin reparar en los medios, como lo hizo Fernando VII al reinstaurar  el absolutismo en 1814  con el apoyo del general Elío y  en 1823 con la llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis, bajo el auspicio de la Santa Alianza; en 1874 con el pronunciamiento de Martínez Campos o  en  1936 con el Golpe militar de 18 de julio.

 

Ahora ya instaurada la democracia, pudimos comprobar las artimañas y los procedimientos utilizados por la derecha para derribar al gobierno de Felipe González, hurgando en sus errores cometidos y llevando a cabo una labor planificada e inmisericorde de acoso y derribo, que finalmente le sirvió para alcanzar el poder en las urnas. Ahora, con el gobierno de Rodríguez Zapatero la actuación es semejante. Los Rajoy, Acebes, Zaplana, se mostraron incrédulos de que hubieran perdido las elecciones. No podían creerlo. Se debía a alguna conjura. ¡Qué cosas al respecto hemos tenido que oír y algunos ínclitos periodistas siguen todavía con lo mismo!  Finalmente muy a su pesar, no les quedó otra opción, tuvieron que aceptar la derrota. A partir de este momento, diseñaron una estrategia para recuperar el poder, y aprovechar cualquier coyuntura para derribar al Gobierno. Les da lo mismo. Juegan con fuego.  Lo único que les importa es vencer al enemigo, lo de menos es convencer. Los dirigentes del  PP actúan dentro de una corriente ideológica, de una derecha ultramontana y montaraz, que se extiende como una marea negra por Europa o América, cuya principal estrategia es estigmatizar al contrario y que piensa que las ideas diferentes son subversivas, letales y por ello deben ser extirpadas. Ellos representan el Bien Absoluto, los otros el Abismo. No hay concesión alguna. Es una concepción maniquea. O blanco o negro. Esta derecha al no conseguir sus propósitos además de nerviosa se muestra siempre triste, avinagrada, tosca y malcarada. Ni una sonrisa, ni una broma. Siempre mal genio y enfado continuo. Quien puede servir de paradigma de este comportamiento es el secretario general del Partido Popular. Aunque tampoco es nada nuevo. Basta recordar las intervenciones broncas y hoscas en el Parlamento del Sr. Áznar, o las apariciones públicas del Sr. Fraga y eso que estaban gobernando. Tampoco deberíamos sorprendernos, ya que siempre se ha mostrado cabreada y enfadada.

 

 

 

Además también lo normal ha sido tener una derecha autoritaria y antidemocrática. Sus principales referentes han sido José M Gil Robles, Ramiro Ledesma, López Rodó, Manuel Fraga y Aznar. Con estos referentes podemos entender que la derecha actual no se atreviera recientemente a condenar con coraje las manifestaciones golpistas de un alto cargo del ejército, argumentando que estaba pasando lo que tenía que pasar. Como tampoco a condenar el Golpe de Estado de julio de 1936. Y como no se atreve a cortar su cordón umbilical con el franquismo, se oponga visceralmente a la recuperación de la Memoria Histórica.  Por ello,  hoy no es homologable a las derechas europeas de Francia, Inglaterra o Bélgica, que, a gusto y sin complejo alguno, junto a la izquierda participan en actos de condena del fascismo. Estos comportamientos diferentes pueden explicarse. Al otro lado de los Pirineos las derechas lucharon contra el fascismo, aquí luchó, con la bendición de la Iglesia católica y el apoyo incondicional del ejército, terratenientes y capitalistas, contra el movimiento obrero y republicano. Ahí radica la diferencia.

 

 Por todo ello,  parece urgente que la sociedad española tenga un gran partido de derechas equiparable a los de otras latitudes europeas. Necesitamos una derecha más democrática, más moderna, más brillante y con otro equipo de dirigentes. Por lo menos, así yo lo veo.

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Cándido Marquesán Millán

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