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El viaje de Benedicto XVI

    

            Este fin de semana la noticia de mayor enjundia y calado, no sólo en el Estado español, ha sido la visita del Papa Benedicto XVI. Los diferentes medios de comunicación, hablados, escritos o telemáticos, han desplegado extraordinarios alardes informativos. El asunto se lo merecía, ante la trascendencia de un personaje de tal calibre, cuya voz es punto de referencia para muchos cristianos y otros que no lo son.

            El Papa ha dicho lo que le ha parecido oportuno. En el contexto del V Encuentro Mundial de las Familias, ha venido  a defender el matrimonio católico tradicional e indisoluble frente a otro tipo de uniones. Como también, según conspicuos comentaristas político-religiosos, a apoyar a la jerarquía católica española, cuestionada desde algunos sectores católicos más progresistas,  y que ha mantenido y sigue manteniendo problemas con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, por cuestiones conocidas y sobre las que no parece el momento oportuno hablar ahora.

             De entrada, no todos han estado de acuerdo con esta visita. Como prueba, el movimiento Jo no t’espere, frase colgada en muchos balcones de la Valencia más pobre y marginal. Otros han cuestionado el gasto excesivo en los preparativos, que ha alcanzado la cifra de 30 millones de euros. A éstos últimos se les puede replicar que no deben preocuparse, ya que los beneficios han sido mayores. Se calcula que van a ser unos 70 millones los ingresos por servicios diversos: hoteles y pensiones, cafeterías, llaveros, abanicos, pañuelos, mortadelas, crucifijos, estampas, medallas, rosarios, etc. El comercio valenciano ha hecho el agosto en el mes de julio. Sería deseable que los beneficios espirituales fueran los mismos que los económicos. Si así fuera, todos nos daríamos por satisfechos. Otros han buscado beneficios políticos.

            Ha sido recibido con todo tipo de honores, por los representantes de las diferentes  instituciones: municipal, autonómica o estatal. Nada más pisar tierra en Valencia, en el aeropuerto de Manises, al pie de la escalerilla le esperaban los Reyes, el Jefe del Gobierno y la Vicepresidenta, Presidente de la Comunidad, la Alcaldesa de Valencia, etc. Salió de España, tras ser despedido por los Reyes, en un Airbus 321 de la compañía de bandera española iberia, y mientras volaba el espacio aéreo español fue escoltado por 2 cazas del Ejército del Aíre. Nadie podrá objetar a no ser que quiera embrollar las cosas que ha sido recibido, tratado y despedido con todo tipo de honores. Mas siempre aparece el aguafiestas, que nunca está contento, pase lo que pase. Viene muy a cuento para este tipo de individuos una frase castiza española, no exenta de machismo, que escuchaba a mi abuelo en la niñez, mientras trabajaba en el campo. Dice así: ¡Cómo vaya a casa y no esté la comida, voy a montar la de Dios y como esté, no pienso comer!

La polémica ha sobrevenido por la inasistencia de Rodríguez Zapatero a la Misa de la mañana del domingo 9  en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Algunos medios de comunicación, siempre los mismos, han criticado esta circunstancia, considerándola una falta de respeto, de no saber estar a la altura de las circunstancias, que ha hecho lo que no hicieron Fidel Castro o Daniel Ortega, etc. No merece la pena seguir. En un estado aconfesional, tal como aparece en nuestra Constitución de 1978, que debería ser leída con más frecuencia, en su artículo 16.3  se especifica con claridad meridiana: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás confesiones. De acuerdo con este enunciado, es evidente que el Estado español no es un Estado religiosamente confesional. En ese sentido, y sólo en ese sentido, se puede decir y se debe decir que la sociedad española es una sociedad laica. Entendiendo la palabra laicismo tal como lo define el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española: doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa. En consecuencia, si estamos en un Estado aconfesional, o laico, como acabo de exponer, no debe estar un Jefe de Gobierno en una ceremonia católica estrictamente litúrgica, como es la Misa, por respeto a los españoles de otras religiones.  El Jefe de Gobierno es Jefe de Gobierno de todos los españoles, independientemente de sus creencias religiosas. Más todavía, no sólo Rodríguez Zapatero no ha cometido falta alguna con su inasistencia, sino que el que sobraba era el Jefe del Estado. Así de claro. Muchos españoles nos hemos acostumbrado a ver a nuestras autoridades públicas desde tiempos del nacional-catolicismo en las ceremonias católicas. Ya vaya siendo que perdamos la costumbre. Los tiempos son otros muy diferentes.

Además, es seguro que en el caso de haber estado presente Rodríguez Zapatero, el Papa no hubiera tenido la sensibilidad ni la delicadeza ni el respeto de no criticar las Leyes del gobierno socialista. Los eclesiásticos están por encima del Bien y del Mal. Desde el púlpito es muy fácil hablar y argumentar, ya que no existe posibilidad de réplica.

 Por otra parte, si consideramos la Misa, desde un punto de vista estrictamente protocolario, el Gobierno ha salvaguardado con creces las buenas relaciones de cooperación con la Iglesia católica con la presencia de su Ministro de Asuntos Exteriores, que lleva directamente las relaciones exteriores entre Estados; y del Ministro de Justicia, que tiene una Dirección General para Asuntos Religiosos. Así como también las tuvo en cuenta Rodríguez Zapatero, manteniendo una entrevista, parece cordial, con el Papa en el Palacio Arzobispal de Valencia. Por cierto, el Presidente de todos los españoles de acuerdo con las urnas, antes de entrar en ese recinto eclesiástico tuvo que oírse lindezas, como las que siguen, según las refiere el periódico mejicano, El Universal: “Vete con Eta, que son tus amigos”, “Eta y ZP, la misma mierda es”. Quines las profirieron, pueden que estén muy interesados por la defensa de la familia tradicional. Lo acepto.  No obstante, mi opinión sobre éstos, por respeto a mis lectores, me la guardo.

  

Cándido Marquesán Millán

 

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