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Somos así, únicos, mediterráneos

   

            En un aviso a navegantes, si te consideras y sientes auténtico español, algo que ya no mola últimamente, te recomendaría no leyeras todo lo que viene a continuación, ya que podría molestarte. Hecha la advertencia, prosigo en mi disertación.

Los españoles, en comparación a los habitantes de otras latitudes, tenemos unas peculiaridades inconfundibles. Estamos dotados de una idiosincrasia especial. De entrada somos y nos creemos diferentes y los mejores, dotados de todo  un acervo de virtudes, debido, en parte, a nuestra poca capacidad autocrítica, por lo que nos enorgullecemos. Nos creemos que somos el ombligo del mundo. En todos los Mundiales de fútbol vamos a ser campeones, y luego no superamos los cuartos de final. También somos generosos, hospitalarios, divertidos y capaces, a veces, de los mayores sacrificios. Sociólogos de otras latitudes nos han visto de muy diferente manera. Nos ven como bebedores, ya que no sabemos celebrar un acontecimiento, igual da que sea una boda que un entierro, a no ser con una copa. Impuntuales, porque siempre llegamos tarde, abusando de la paciencia del que sabemos nos está esperando. Puede que sea porque durante muchos años, las mujeres españolas acudían con impuntualidad sistemática a las citas con sus novios o amigos. Presentarse puntualmente “no estaba bien visto”. Ruidosos en el más amplio sentido de la palabra, y hablamos todos a la vez y a gritos, y encima, lo que parece algo milagroso, nos entendemos. Un tanto indolentes, al costarnos bastante arrancar para el inicio del trabajo, sobre todo después de la siesta, y dejamos las cosas para el día siguiente. Estamos siempre contando los días que nos faltan para jubilarnos, aunque no los días de paro. Muy orgullosos, somos como el hidalgo del Lazarillo de Formes, por ello alegamos no saben ustedes con quien se la está jugando. Chapuceros, por ello nos cabe el orgullo de haber inventado la chapuza, hija de la improvisación y prima carnal de la irresponsabilidad. Chismosos, como se demuestra con todo el conjunto de programas televisivos basados precisamente en el chismorreo. Un tanto sabihondos, por lo que sabemos y  hablamos de todo, sin importarnos lo más mínimo el tema de que se trate. Como pretenciosos vivimos muy atentos a las apariencias y por encima de nuestras posibilidades, y, por ende, nos preocupa sobremanera el qué dirán. Podríamos seguir con otras características, mas para hoy, ya son suficientes, para hacernos reflexionar, costumbre, por cierto, no muy extendida entre nosotros. Cualquiera de las mentadas en líneas anteriores, podría servirnos de pretexto para la elaboración de un artículo, que no estaría exento de profundidad y calado. Ahora quiero escribir sobre otra, no expresada en líneas precedentes.

            No hace muchos días un buen amigo de toda la vida me decía, un tanto molesto, que estaba profundamente preocupado porque estaban proliferando, con asidua frecuencia, cada vez más los pillos, los chorizos y los jetas, que pretendían vivir a costa del prójimo sin dar un palo a la escoba. Me habló de Gescartera, que yo ya tenía olvidada. Luego de Marbella, lugar donde algunos pillos y los sinvergüenzas se han movido a sus anchas, aunque parece que algunos de ellos están ya en las mazmorras. Siguió con lo de Forum-Filático y Afinsa, que parece va suponer el que muchos pequeños ahorradores van a ser expoliados. Me puso otros ejemplos no menos vergonzosos. Terminaba su alocución con una frase que me llegó al alma: a este paso habrá que salir de casa con las manos en los bolsillos, para evitar que nos roben en la calle. No pude encontrar argumentos de réplica. No debemos echar balones fuera, quien esté libre de culpa que tire la primera piedra, ya que nosotros no tenemos problema moral alguno en defraudar al fisco de diferentes maneras: comprando nuestra vivienda con una parte de dinero negro; pagando sin factura para evitar el IVA en nuestro taller el arreglo de nuestro coche o en nuestro dentista; trabajando haciendo chapuzas, aunque estemos de baja por enfermedad, como  acaban de mostrar fehacientemente los medios de comunicación; escondiendo ingresos diversos a la hora de realizar la declaración ante Hacienda, etc. Podríamos seguir poniendo más ejemplos. Creo no es necesario. Con ser ya grave todo lo expuesto, todavía lo es más el que, tal como se desarrollan los acontecimientos, es que no hay propósito de la enmienda, muy al contrario, las cosas van a seguir igual. No sólo no nos avergonzamos de nuestras acciones, es que nos sentimos orgullosos de ellas. Es mas al que no engaña al Fisco, al Estado, lo consideramos bobo o lerdo. Aquí de lo que se trata es de defraudar, cueste lo que cueste, y cuanto más mejor, sin darnos cuenta que con ello perdemos todos, sobre todo los más desprotegidos, como los jubilados, los parados, etc. Si todo el mundo pagase, como lo hacemos aquellos que dependemos de una nómina, lo que le corresponde, serían más y mejores las autopistas; los servicios sanitarios o educativos, las pensiones o las residencias para la tercera edad o personas  dependientes.

El contraste con lo que acontece en otros países europeos es grande. En Suiza, Dinamarca o Suecia, existe un sentido responsable de la ciudadanía, ausente en España. Allí se es implacable con los defraudadores, con los chorizos y los caraduras; aquí, muy al contrario, mostramos hacia ellos cierta condescendencia o benevolencia. Somos así. Somos únicos Somos mediterráneos. Es muy difícil que podamos cambiar. Tendríamos que volver a nacer.  

  

Cándido Marquesán Millán

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